Los primeros libros de Milan Kundera

Published by

on

Escribió Milan Kundera que la Gran Inmortalidad, a diferencia de la pequeña inmortalidad, es el «recuerdo del hombre en la mente de aquellos a quienes no conoció personalmente». Un lugar al que podía acceder todo el mundo, aunque resultara difícil, si bien dos profesiones parecían situar a la persona, «desde el comienzo», ante esta condición: «los artistas y los hombres de Estado».

No hay duda de que Milan Kundera fue más lo primero que lo segundo. Desde la publicación de La Broma, en 1967, se convirtió en uno de los autores europeos más importantes del siglo XX. Un escritor irónico, cínico e incluso corrosivo en sus historias, pero no por ello carente de belleza, de inteligencia o, aun más importante, de sentido.

El máximo exponente de estas características se pueden leer en La insoportable levedad del ser, donde a través de la relación entre un mujeriego y una joven que trata de huir de la alargada sombra de su madre, se nos presenta una bella parábola del sentido de la existencia, la historia, el amor y la sexualidad.

Es, por lo tanto, una obra que induce a la reflexión filosófica, además de la literaria, razón por la que Kundera (Gran Inmortal) es recordado como un autor profundamente reflexivo, hasta el punto de detener sus narraciones para compartir con el lector la belleza de algo tan nimio (pero tan importante) como un gesto:

Si a partir del momento en que apareció en el planeta el primer hombre pasaron por la tierra unos ochenta mil millones de personas, resulta difícil suponer que cada una de ellas tuviera su propio repertorio de gestos.
[…]
el gesto no puede ser considerado como una expresión del individuo, como una creación suya (porque no hay individuo que sea capaz de crear un gesto totalmente original y que sólo a él le corresponda), ni siquiera puede ser considerado como su instrumento; por el contrario, son más bien los gestos los que nos utilizan como sus instrumentos, sus portadores, sus encarnaciones.

La Inmortalidad – Milan Kundera

Pero a pesar del calado filosófico de los textos de Kundera (que llegó incluso a escribir una obra de teatro dedicada al filósofo Denis Diderot), no debemos reducirlo a esta característica o, incluso, pensar que esta es el rasgo esencial de su obra. Tan es así, que quien piense de este modo, se encontrará un gran contraste con las primeras obras del escritor, diferenciables tanto temática como estilísticamente del Kundera más maduro, tal vez más Inmortal (me temo) que el novelista en sus primeros años.

Una broma pesada

El Kundera novelista empieza en 1967, cuando en las primeras páginas de La Broma, se nos presenta a un protagonista y narrador que vuelve a su ciudad natal. La inauguración literaria se transforma, a través, de la ficción, en un retorno al origen (en uno de esos binomios que sí caracterizarían la obra del autor checo).

Es importante recalcar que, pese a tratarse de la primera novela del autor, cuando esta se publicó Kundera ya contaba con 38 de años de edad, por lo que no se pone en duda su madurez intelectual y, si acaso, su evolución literaria se aprecia más en lo técnico (más ceñido a lo que se narra), en lo estilístico (más contenido) y, también, en lo idiomático: desde 1993, y hasta la publicación de su última novela, en 2014, el escritor redactó todas sus obras en francés.

De este modo, temas habituales en Kundera como las relaciones matrimoniales y extramatrimoniales, la música (el propio autor fue pianista de jazz) y, sobre todo, el paso del tiempo y la noción del hombre como un ser histórico, es decir, condicionado a una serie de leyes de la Historia, como su propia condición de ser mortal, al mismo tiempo agente y víctima de los acontecimientos históricos.

La Broma consiste, precisamente, en la exploración de esto último. La novela, narrada en primera persona, cuenta la historia de un joven al que, por tratar de impresionar a su novia, decide gastarle la siguiente broma: se despide en una carta para ella con un «¡Viva Trotski!». Los problemas llegan cuando esta carta es interceptada por el partido comunista (la historia se ambienta en los años de la República Socialista Checoslovaca) y la vida del protagonista se ve completamente trastocada por ello.

La historia de La Broma es una historia de la singular venganza que, décadas después, este joven (que ya no es joven) planea contra quienes no supieron entender su broma. Expulsado de la Historia, se da cuenta del lado perverso de la misma, y de quienes buscan hacerla. Al final de la novela, en cambio, el significado de la broma trasciende su contenido inicial y se subvierte, volviéndose en contra del narrador.

¡Cómo me gustaría poder revocar la historia de mi vida! ¿Pero de dónde iba a sacar el poder para revocarla, si los errores sobre la base de los cuales había surgido no eran sólo errores míos?¿Quién fue el que se equivocó cuando la estúpida broma de mi postal fue tomada en serio?
[…]
¿Qué pasa si es que la historia bromea? Y entonces me dicuenta de mi impotencia para revocar mi propia broma, cuando yo mismo, con toda mi vida, formaba parte de una broma de mucho mayor alcance (para mi inaprehensible) y absolutamente irrevocable.

La Broma – Milan Kundera

Todos los personajes de La Broma se encuentran atravesados, de algún modo u otro, por la Historia. En ocasiones, la construyen, pero la mayoría de las veces son incapaces de prever el resultado de sus propias acciones. Una realidad que presenta una dualidad realmente bella respecto a la memoria (vinculada, recordemos con la Inmortalidad): el orden lineal, o mejor aún, fluvial, de los acontecimientos, y el carácter oceánico de los recuerdos de nuestra propia vida.

La Historia se presenta en forma de república socialista, pero también en forma de folklore, de matrimonios deteriorados, de juventud y envejecimiento, de dinámicas familiares y encuentros y desencuentros con amistades; en forma de azares, de valores y principios. La Historia es el todo, pero es la nada al mismo tiempo. Y, como la vida misma, la Historia es una broma a la que el ser humano, con sus historias en minúscula, se atreve a dar sentido.

Contra la risa

Tal vez a conciencia, Kundera decidió que el primer relato de su siguiente obra, El libro de los amores ridículos (1968), se titulara Nadie se va a reír. La trama es, en esencia, muy similar a la de la primera novela, publicada un año antes. Para librarse de una situación incómoda, un hombre decide gastar una pequeña broma a otro, que se lo toma, no obstante, como una ofensa intolerable cuyas consecuencias, al final, resultan difíciles de prever.

Pero, ¿por qué esta obsesión con el potencial destructor de la ironía, el sarcasmo, la burla o la simple jugarreta? Para responder a esta pregunta, debemos recurrir al filósofo Henri Bergson y su concepto de la risa, en una obra capital para comprender por qué los seres humanos tenemos sentido del humor.

He aquí el primer punto sobre el cual he de llamar la atención. Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo.
[…]
Un hombre que va corriendo por la calle, tropieza y cae; los transeúntes ríen. No se reirían de él, a mi juicio, si pudiesen suponer que le ha dado la humorada de sentarse en el suelo. Se ríen porque se ha sentado contra su voluntad. No es, pues, su brusco cambio de actitud lo que hace reír, sino lo que hay de involuntario en ese cambio, su torpeza. Acaso había una piedra en su camino. Hubiera sido preciso cambiar el paso o esquivar el tropiezo. Pero por falta de agilidad, por distracción o por obstinación del cuerpo, por un efecto de rigidez o de velocidad adquirida, han seguido los músculos ejecutando el mismo movimiento cuando las circunstancias exigían otro distinto. He ahí por qué ha caído el hombre y por qué se ríen los transeúntes.

La risa – Henri Bergson

Tensión y elasticidad. Por simplificar el pensamiento bergsoniano, la comicidad se desprende de aquellas situaciones en las que, en un juego entre lo orgánico y lo mecánico, el ser humano tiene actitudes en las que, por automatismos, falta a su capacidad de adaptación, o justo al contrario, cuando en contextos marcados por la repetición constante, lo diferente evidencia, precisamente, el carácter idéntico de todo lo demás.

Otro punto interesante en el punto de Bergson es que, para él, si lo cómico supone por lo tanto una «inadaptación», la risa se convierte de este modo en un «gesto social» que se adopta cuando alguien no se adapta a lo aceptado o impuesto por la sociedad.

Toda rigidez del carácter, toda rigidez del espíritu y aun del cuerpo será, pues, sospechosa para la sociedad, porque puede ser indicio de una actividad que se adormece y de una actividad que se aísla, apartándose del centro común, en torno del cual gravita la sociedad entera.
Y, sin embargo, la sociedad no puede reprimirla con una represión material, ya que no es objeto de una material agresión. Encuéntrase frente a algo que la inquieta, pero sólo a título de síntoma, apenas una amenaza, todo lo más un gesto.


La risa – Henri Bergson

La cuestión es que, si nos atenemos a las palabras de Bergson y las aplicamos a los primeros libros de Kundera nos damos cuenta de dos cosas: en primer lugar, cuando se hacen esas bromas, nadie se ríe; en segundo lugar, la sociedad en la que se desarrollan los hechos sí tiene (e incluso se debe a) la capacidad de ejecutar «una represión material» contra los inadaptados, incluso con los que solo hacen chistes. Al fin y al cabo, ¿quién tiene derecho a reírse de los sueños del pueblo y de las causas más justas?

Amores ridículos

La broma debe entenderse, por lo tanto, como un acto realizado desde la intimidad de alguien que, sirviéndose de una serie de premisas previamente consensuadas (por la sociedad), las deconstruye para formar un puente de entendimiento con la intimidad de una segunda persona. El problema, en el sistema sociopolítico en el que se insertan las obras del primer Kundera, es que se ha producido una fusión entre lo privado y lo público, hasta el punto de que lo primero no existe, o debe dejar de existir, para que lo segundo prospere adecuadamente.

Este tema se aborda ya en La Broma, pero también en El libro de los amores ridículos, donde quizá su abordaje sea más interesante, por el hecho de que al tratarse de un libro de relatos se puede evidenciar, en diferentes contextos, cómo las personas se comportan en público y en privado. Si existe una diferencia entre lo uno y lo otro, su intimidad se convierte en algo marginal.

Como ejemplo, atendamos a la trama del relato El falso autoestop, en mi opinión uno de los de mayor factura literaria que se pueden encontrar en la obra. En este, una joven pareja se dirige a una casa de vacaciones para disfrutar de unas semanas de vacaciones. Durante el trayecto, sin embargo, a la joven se le ocurre la idea de iniciar un juego en el que ambos finjan ser personas distintas, que no se conocen salvo por el hecho de que ella es una autoestopista a la que él acaba de subir a su coche.

En ese juego, se produce una transformación en sus personalidades. Ella, habitualmente recatada y notablemente tímida, pasa a convertirse en una persona extrovertida e incluso desvergonzada. En el caso de él, un hombre enamorado de su novia, se produce simplemente una regresión a su naturaleza previa: la de un mujeriego. En ambos casos, no obstante, el hecho de escapar de sí mismos es una forma de escapar lo que la sociedad les impone, un hecho que acaba transformando la propia realidad.

De vez en cuando, tenía la horrible sensación de que le obligaban a ir por una carretera en la que todos le veían y de la que no podía desviarse. Ahora mismo volvía a tener esa sensación; un extraño cortocircuito hizo que identificase la carretera imaginaria (de su vida) con la carretera verdadera por la que iba y eso le sugirió de pronto la idea de hacer una locura
[…]
De pronto, el juego había adquirido un nivel superior. El coche no solo se alejaba de su objetivo imaginario, sino también del objetivo real hacia el que había partido por la mañana
[…]
De pronto la vida de ficción atacaba a la vida sin ficción. El joven se alejaba de sí mismo y de la severa ruta de la que hasta ahora nunca se había desviado.
El libro de los amores ridículos – Milan Kundera

Al mismo tiempo, el hecho de ser personas opuestas a sí mismas hace que el juego se acabe convirtiendo en una amenaza para sí mismos y para su relación, dado que el juego invade también la pequeña parcela privada de sus sentimientos:

Todo aquello era un juego raro. La rareza consistía, por ejemplo, en que el joven, aunque había asumido estupendamente la función de conductor desconocido, no dejaba de ver en la autoestopista desconocida a su chica. Y eso era precisamente lo más doloroso, veía a su chica seducir a un hombre desconocido y disfrutaba del amargo privilegio de estar presente; veía de cerca el aspecto que tiene y lo que dice cuando lo engaña (cuando lo engañaba, cuando lo va a engañar); tenía el paradójico honor de ser él mismo objeto de su infidelidad.

El libro de los amores ridículos – Milan Kundera

El propio término de lo ridículo hace referencia a lo risible, es decir, a la dinámica que se establece entre lo rígido y lo flexible. Tal es uno de los temas principales que aborda el primer Milan Kundera, como una forma de evidenciar los ya de por sí evidentes fallos de la sociedad presente en la República Socialista Checoslovaca.

Esta fue una de las principales razones por las que su obra estuvo prohibida en su propio país hasta la salida de Checoslovaquia de la Unión Soviética, a finales de los años 80, cuando Kundera ya se encontraba afincado en París. Con este cambio de residencia, el escritor iría dando paso a una obra con un contenido político menos marcado y un tono más filosófico, más acorde al marcado por las principales tendencias de lo que se podría definir como literatura europea… aunque este concepto, así como el papel de Kundera en el desarrollo del mismo, merezca ser tratado en otro artículo distinto.

Listado de obras:

– Milan Kundera, La Broma, Tusquets Editores, 1967 (2023)
– Milan Kundera, El libro de los amores ridículos, Tusquets Editores, 1968 (2024)
– Henri Bergson, La Risa, SARPE, 1900 (1985)

2 respuestas a “Los primeros libros de Milan Kundera”

  1. Avatar de Diana Lobos

    Muy bueno. Voy a compartir. Gracias.

    Me gusta

  2. Avatar de Los primeros libros de Milan Kundera | D LOBOS

    […] Los primeros libros de Milan Kundera […]

    Me gusta

Replica a Diana Lobos Cancelar la respuesta