El día que el Dr. Jekyll se convirtió en personaje de Thomas Mann

Published by

on

La figura del doble como recurso liberador de los impulsos más oscuros y reprimidos de la conducta humana se hace explícita en obras como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson y La muerte en Venecia de Thomas Mann. Ambos abordan este tema de manera particular, pero empleando planteamientos semejantes.

La obra de R. L. Stevenson se construye enmarcada en un periodo caracterizado por su acentuada disciplina y estricto código moral. Estos principios, puestos en contraste con los ilusionantes avances tecnológicos de finales del Siglo XIX, invitan a encontrar otras formas de contar las cosas. En esta época las novelas fantásticas y las narraciones de aventuras y viajes son muy populares, como ejemplo son las del propio Stevenson, pero ese giro que dará la literatura en el modernismo anglosajón – hacia una literatura de corte más realista y psicoanalítico- comienza a apreciarse ya en autores de este tiempo.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde lo manifiesta puesto que, empleando una estructura de novela policial – totalmente verosímil -, desplaza el elemento fantástico al final del libro, dejándole la mayor importancia en la trama a la exploración de la psique de ambos personajes como entes independientes, para después, en las últimas páginas, revelar que forman parte de un mismo ser. No por casualidad un virtuosísimo literato y lector como Jorge Luis Borges, afirmaba que “el descubrimiento de Stevenson es una de las perdurables felicidades que puede deparar la literatura.”

Por su parte, la producción de Thomas Mann comienza en los albores del psicoanálisis y continuará a medida que autores como Freud, Jung y, más tarde, Lacan vayan desplegando sus teorías. Su prosa está caracterizada por un minucioso análisis psicológico de sus personajes, un gran componente filosófico y un profundo detallismo ambiental. En La muerte en Venecia se admira la intensa presencia de elementos simbólicos y alegóricos, la ambientación realista y su brillante retrato de las pulsiones internas del espíritu.

Una narrativa de la escisión

En ambas obras se hace muy presente la pugna entre aquello que Friedrich Nietzsche definió como lo apolíneo y lo dionisíaco. Se trata de dos conceptos dicotómicos basados en las figuras de Dioniso y Apolo. Dioniso es, en la mitología griega, el Dios de la fertilidad y el vino. Alberga en sí mismo las ideas de lo espontáneo, lo apasionado y lo percutor. Representa en su conjunto la idea de una humanidad en constante relación con el devenir de la naturaleza y plenamente consciente de su infinita capacidad artística y creadora. Por su parte, Apolo – dios del sol -, uno de los más venerados dioses olímpicos, representa en sus mitos la belleza, la armonía y la perfección. De tal manera que, vistos bajo las regulaciones morales y de comportamiento social, Apolo encarna todo lo que es correcto y deseable y, por su parte, Dionisio representa aquello detestable y viciado.

Ya desde sus inicios más remotos, la sociedad occidental, se ha decidido a rechazar bajo toda prerrogativa la influencia de lo dionisíaco en favor del buen hacer de lo apolíneo. Afirma el historiador romano Salustio que “todo hombre que se afana por mostrarse superior a los demás seres ha de trabajar con ahínco para que su vida no transcurra en la oscuridad, como la de las bestias, por naturaleza inclinadas a lo bajo y esclavas de sus necesidades materiales.” Tanto el Doctor Jekyll como aquel Gustav Von Asenbach – del que Mario Vargas Llosa afirma que trabaja por la cultura “desasido de toda tentación material” – parecen abrazar esta idea de virtud. Resultan, a simple vista, dos seres profundamente apolíneos; disciplinados trabajadores del conocimiento que proceden con la fuerza de la armonía y el orden.  En palabras del propio Thomas Mann:                      

“Gustav Von Aschenbach era el poeta de todos los que trabajan al borde de la extenuación, curvados bajo una excesiva carga, exhaustos, pero aún erguidos; de todos esos moralistas del esfuerzo que, endebles de constitución y escasos de medios, logran, al menos por un tiempo, producir cierta impresión de grandeza a fuerza de administrarse sabiamente y someter su voluntad a una especie de éxtasis”.

Con respecto a sus vidas dedicadas a lo apolíneo, encontramos tanto en Henry Jekyll como en Von Aschenbach un fuerte peso reputacional. En ninguna de las dos obras podemos advertir ni el más mínimo indicio de vida familiar – delatando que presuntamente se habría renunciado a ella en pro del desarrollo cultural -, además, atendiendo al trato del primero con los colegas de la alta sociedad y del segundo con el director del hotel, trabajadores y otros viajeros, apreciamos que sus relaciones sociales se basan en la artificialidad, el protocolo y la distancia. Como manifiesta con clara perspicacia Thomas Mann:

“No hay nada más extraño ni más delicado que la relación entre personas que sólo se conocen de vista”

Estas conductas evidencian de manera clara la existencia de lo que, para Carl Jung, significa el inconsciente colectivo. Aquello que, categóricamente excede lo individual, y que se encuentra construido por los arquetipos comunes a todos los seres humanos. Ambos manifiestan esa idea de hombres virtuosos e intachables que erigen frente a sí una máscara que esconde sus más bajas pulsiones. Así, uno jamás es capaz de reconocer las perturbaciones interiores de otra persona, puesto que se encuentran ocultas, pero, en cambio y de manera alegórica, los personajes de la novela de Stevenson sí que pueden darse cuenta de la perversión de Edward Hyde:

“He podido observar que, cuando me presentaba en la figura de Edward Hyde, todos los que se me acercaban por vez primera sentían una visible turbación. Y esto, en mi opinión, porque todos los seres humanos con quienes convivimos son una mezcla de bondad y de maldad y sólo Edward Hyde, entre todos los hombres, era maldad pura.”

En clara consonancia con esto, nos hallamos frente a aquello que está oculto por esa máscara de ceremoniosidad social, el inconsciente personal. Se basa en todo lo que una persona ha reprimido a lo largo de su vida, todo lo que, en esencia, podría tildarse de dionisíaco. Este aspecto nos introduce de lleno en la figura del doble, tal y como lo presenta Jung en El hombre y sus símbolos:

“Hay dos sujetos, dos personas dentro del mismo individuo. Pero es precisamente lo que representa con toda exactitud. Y una de esas maldiciones del hombre moderno es que mucha gente sufre a causa de esa personalidad dividida. En modo alguno es un síntoma patológico; es un hecho normal que pueda ser observado en todo tiempo y en cualquier lugar.”

La figura del doble – de la pulsión interna entre dos fuerzas colosales – y que, Stevenson, presenta de manera alegórica en la conclusión del libro, mientras que, en Thomas Mann es totalmente realista, simbólica e implícita, es un aspecto de la psique humana que concierne a todos y cada uno de los hombres. De hecho, el propio Henry Jekyll, es plenamente consciente de esta dualidad existente en todos los hombres “Me fui acercando […] a la verdad cuyo parcial descubrimiento me ha arrastrado a un naufragio espantoso: que el hombre no es realmente uno, sino dos.” En ambas obras podemos encontrarnos con lo que autores como, Pierre Jourde y Paolo Tortonese en su libro Visages du double, denominaban el doble subjetivo, en este caso de carácter interno; una escisión del yo en dos partes antagónicamente opuestas.

Además, tanto en La muerte en Venecia como en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, advertimos la misma secuencia de transformación hacia la parte más dionisíaca; delatando, a su vez, la victoria de la misma sobre la vertiente apolínea. En el caso de Henry Jekyll, este busca una medicina que pueda hacerle convertirse en su parte oscura. En un inicio, le resulta insoportablemente costoso transformarse en Edward Hyde, ha de consumir enormes dosis del preparado. Poco a poco, a medida que sigue con sus transformaciones y como él mismo reconoce al final de la obra, volver a materializarse en el Dr. Jekyll le resulta casi imposible. De esta manera, mientras al comienzo la parte dionisíaca era casi inaccesible, una vez afirmadas sus posiciones, termina por tomar el control del cuerpo. Así nos lo relata Henry Jekyll:

“Tuve que reconocer que, así como al principio lo más difícil era liberarse del cuerpo de Jekyll, en los últimos tiempos, y de forma lenta, pero decidida, las dificultades iban por el lado contrario.  Todo parecía indicar que poco a poco iba perdiendo el dominio de mi yo original y mejor, para irme incorporando, lentamente al Segundo, que era el peor.”

Más de lo mismo le sucede a Gustav Von Aschenbach, al inicio se encuentra reticente a darse el lujo de viajar y, en muchas ocasiones piensa en volver a Múnich, es casi una especie de fatalidad que permanezca en Venecia. Y, con respeto a sus persecuciones y furtivas contemplaciones del tierno Tadzio, en un principio son muy pasivas – mientras juega en la playa, en el comedor, etc. – e, incluso, llega a rechazar su comportamiento, para más tarde, ser poseído por completo por su doppelgänger particular, perseguirle febrilmente por las callejuelas de Venecia sin reparo en que su familia lo advierta. Ambas obras, parecen delatar que el juego de cederle espacios a la parte viciada y reprimida de nuestra personalidad termina resultando una puerta hacia lo terrible.

Así, llegamos a comprender cómo estos dos textos están ligados por una architextualidad. Podemos apreciar que en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, R. L. Stevenson, retrata magistralmente los aspectos que hemos detallado siendo, presumiblemente, ajenos a su época y de desarrollo posterior, y que, mediante una influencia indirecta en su contenido, más tarde, Thomas Mann, tratará las mismas problemáticas, ahora sí, con arreglo a su tiempo, aplicando el estilo literario que le caracteriza. De esta manera, disfrutamos de dos genios de la literatura universal que, con sus particularidades, desarrollan un concepto aplicable a todo el género humano, la división interna de nuestra personalidad.

Una respuesta a “El día que el Dr. Jekyll se convirtió en personaje de Thomas Mann”

  1. Avatar de Tres novelas perfectas para amar la literatura – CAPÍTULO 73

    […] El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde, Stevenson nos cuenta la historia del Dr. Jekyll, un reputado científico que crea una poción con […]

    Me gusta

Deja un comentario

Next Post