Luces, cámaras, tartas y una abuela cantante de music-hall…
Helena Bonastre, Catalina González Vilar y Siruela.
Este 2025, y coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Carmen Martín Gaite, Siruela nos trae una ventana abierta a la literatura de la autora fruto del trabajo conjunto de Helena Bonastre (Barcelona, 1991), ilustradora y animadora de cine y televisión; y Catalina González Vilar (Alicante, 1976) escritora de guion, novela, cómic y teatro, galardonada con premios como el Barco de Vapor o el infantil y juvenil del Salón del Cómic de Barcelona ¿El plan perfecto para un día de otoño? seguir las aventuras de Sara Allen por las luminosas calles de Nueva York (126 pp.)
Carmen Martín Gaite
Nacida en Alicante en 1925, Carmen Martín Gaite es una de las escritoras más importantes de la literatura del siglo XX español. Intima y certera, escribió para entender, para entenderse y siempre en libertad. Caperucita en Manhattan se publicó en 1990 por primera vez. Es curioso como esta historia, adaptada en 2025, funciona casi como una matrioska, ya que la propia autora se basó en Caperucita Roja de Charles Perrault. Como en el cuento de Perrault, una niña se perderá en un bosque, salvo que esta vez el bosque será Nueva York, un Nueva York inventado por unos tiernos y cautivadores personajes. Sin duda, la innovación de Martín Gaite es la introducción de Manhattan como uno de los personajes principales, casi más importante que el propio lobo (Sr. Woolf). Esta propuesta editorial de Siruela es, por consiguiente, una adaptación de una interpretación, lo que proporciona una riqueza aún mayor a su contenido. Y es que tanto las traducciones como las interpretaciones no son solo un trabajo mecánico de copista, sino una verdadera elaboración que merece reconocimiento, como en este caso hay que reconocer a Bonastre y a González Vilar.

Caperucita en el jamón y el pastel de espinacas
Sara Allen, la protagonista, vive en un modesto apartamento de Brooklyn con sus padres, pero sueña con visitar Manhattan: la isla con forma de jamón, y descubrir los secretos que esconde Central Park: el pastel de espinacas. Sara demuestra tener una inteligencia que la mantiene ocupada, pero solitaria ya que su imaginación parece separarla de un mundo incapaz de ver todos los matices que ella percibe. Las frases contradictorias de su madre la confunden: «ha salido lista de verdad» o «¡dios mío, esta niña está loca!» . Será su abuela, Rebeca Little, antigua cantante de music-hall conocida como Gloria Star, la que sacará a relucir las capacidades imaginativas de su nieta. Una de la cosas más divertidas e inteligentes que hace la protagonista es inventarse lo que ella llama farfanías, una mezcla de palabras que tiene como resultado otra nueva cuyo significado solo conoce ella. Sara crea su propio lenguaje y no necesita compartirlo. Afirmando de algún modo aquella sentencia wittgensteniana: los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, Carmen Martín Gaite multiplica las palabras de su personaje, haciéndola disfrutar de un mundo cada vez más rico. Un personaje entrañable es la vagabunda Miss Lunatic, una anciana que deambula libre por las calles de la ciudad y que le enseñará a Sara que la libertad no es solo cuestión de palabras sino también de acciones. Ella puede ser libre: «ante las ansias de una nueva aventura, hay como un miedo por abandonar la anterior. Plántale cara a ese miedo. Solo así conquistarás la libertad». Este personaje recuerda no solo a la niña, si no a todos aquellos con los que se va encontrando que la vida está en otro lugar. Que la libertad se ejerce, no se piensa.

La estructura de la historia se encuentra delimitada por la del cuento de Perrault, pero es precisamente este límite el que permite que la historia cambie en direcciones inesperadas. Encontramos una cesta, un viaje a casa de la abuela y la aparición de un lobo que llega antes que ella. Martín Gaite jugó con los nombres y los significados de las palabras, casi como si se trataran de sus propias farfanías. El trabajo impecable de González Vilar y Bonastre hace posible que el texto muestre el espíritu de la novela de 1990, a pesar de ser complicada la adaptación gráfica de un texto tan rico como el de la autora conmemorada. Con solo algunas pinceladas los personajes quedan retratados. De un ritmo de lectura fácil y asequible, mezcla diálogos profundos con intercambios de ideas sencillos. El texto y la imagen quedan muy bien integrados, complementándose en una simbiosis equilibrada.

Leer a las autoras
Laura Freixas y Soledad Puértolas, entre otras autoras, han reflexionado sobre la literatura escrita por mujeres y sobre si aquella es distinta de una literatura masculina. Es un tema verdaderamente complejo, pero desde luego es innegable que los grandes autores hablan más allá de sus propias circunstancias, que es, sin duda, lo que hacen autoras como Carmen Martín Gaite. Cuando reivindicamos figuras femeninas no solo hay que reivindicarlas, creemos firmemente que lo mejor que se puede hacer por ellas es leerlas.
Esta adaptación es una invitación a seguir leyendo las próximas aventuras de la protagonista; escrita para todos los que alguna vez han sido Sara Allen en Nueva York, aunque sea en un pequeño piso de Madrid.

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