En Señales de nosotros, reflexiona sobre los «procesos de silenciamiento y adoctrinamiento político» padecidos por la ciudadanía chilena
Cuando, el 11 de septiembre de 1973, las fuerzas armadas comandadas por Augusto Pinochet derrocaron el gobierno de Salvador Allende y dieron comienzo a una dictadura que duró casi dos décadas, Lina Meruane estaba a punto de cumplir tres años. La escritora de ascendencia palestina era una niña cuando el Palacio de la Moneda fue brutalmente atacado y el presidente de la república exhaló su último aliento. Siguió siéndolo durante el transcurso de un régimen militar que desapareció, persiguió, torturó y asesinó a más de 40.000 chilenos.
La reconocida escritora, Premio Sor Juana Inés de la Cruz por Sangre en el ojo y Premio José Donoso, revisa su infancia bajo los silencios cómplices, el adoctrinamiento y las mentiras de la dictadura pinochetista. En Señales de nosotros, recientemente publicado en España por la editorial Altamarea, una chica de clase media se educa en un colegio inglés caracterizado por su férrea disciplina y la idea de que el esfuerzo y el dolor son el único camino posible. Los muros y las enredaderas del colegio separan a los niños de una realidad plagada de cadáveres, desapariciones y torturas; les mantienen al margen de la violencia física y económica que dominó Chile bajo un halo de mutismo y falta de indicios.
Las jóvenes, que recibían una educación very british, aprendieron «a guardar silencio» y «la conveniencia de callar» para enfocarse en ser alumnas ejemplares dignas de cada uno de sus privilegios. En su primer párrafo, Meruane plantea:
«Nadie sabía nada. Nadie, cómo era posible. […] Pero nadie que conociéramos había sido despedido de su trabajo o allanado, nadie detenido, interrogado, torturado; nadie desaparecido, dinamitado, degollado a sangre fría, quemado a sangre caliente. Nadie: eso creíamos nosotros, los niños y niñas del colegio británico»

La inocencia de la infancia y el desconocimiento de lo que sucedió no impiden, bajo la óptica de la autora de Contra los hijos, que puedan revisitarse los recuerdos para encontrar esas señales que delataban el horror en un país en el que «era tan fácil morir de un disparo pero tan difícil saber de dónde venían las municiones». Chile era un país que habitaba dentro de una frase: «Yo no sé na’, yo nunca supe na’ de na’, yo no soy un sabedor de na’». En este libro, Meruane trata de encontrar esas «señales que pronto se disolvieron en el aire» para no transformarse en cómplice de esa guadaña silenciosa que segó la vida de miles de chilenos.
Pregunta: ¿Por qué es importante esta visita a la infancia y este ajuste de cuentas con las vivencias de entonces?
Respuesta: Me parece fundamental revisar esos procesos del silenciamiento, la mentira y el adoctrinamiento político, porque, si bien en la infancia hay un resguardo en la idea de la inocencia y del no saber, también es verdad que no revisar esa infancia y no pararse críticamente frente a esos procesos, a mí me convertiría en una cómplice de lo que sucedió.
«Es importante entender cómo son estos procesos para oponerse a ellos»
Entonces, si bien no puedo cambiar el pasado y mi propia formación, sí puedo revisarlo críticamente y puedo deconstruirlo y oponerme a él en el presente. Y sobre todo, ahora me parece importante hacerlo porque empezamos a vivir este auge de las ultraderechas, que se parece mucho al auge de las dictaduras en nuestra región y también en el mundo, y es importante entender cómo son estos procesos para oponerse a ellos.
P: ¿Cómo de gruesos eran el muro y las enredaderas que separaban a las clases medias y altas de la realidad durante la dictadura?
R: El grosor de ese muro iba cambiando un poco de persona en persona, de familia en familia, de barrio en barrio y también de clase en clase, pero nunca fue una realidad homogénea y, de hecho, hay mucha gente de las clases altas y medias que se opusieron a los modos de la dictadura en su violencia contra la ciudadanía y en su silenciamiento de la realidad. Entonces, creo que es un poco más complejo y más heterogéneo ese mapa y también más variado el grosor de ese muro.
P: En el libro, los adultos tratan de alejar el discurso político de sus conversaciones, ¿basta con no hablar de política para permanecer al margen de ella?
R: La respuesta es no. No basta con no hablar de política, porque en realidad lo que pasa es que cuando hay una ideología, esa ideología se manifiesta en todos los planos de la vida, no solamente en la conversación política contingente, no sólo en el debate sobre las leyes, sobre las violencias, sino sobre las ideas de género, la idea de la familia, la idea de la educación, la idea del cuidado del cuerpo y del cuidado del otro, la idea de la economía. Las ideologías atraviesan todos los planos de la vida, entonces no hablar directamente de política no evita que se esté hablando de política a través de otros medios y en otros planos.

P: Desde afuera, resulta contradictoria la idea de patriotismo chileno del régimen pinochetista con el interés por una educación very british o very american, ¿dónde quedó la verdadera cultura chilena durante la dictadura, así como la influencia del pueblo mapuche?
R: Era una dictadura muy aliada y muy protegida por ciertos poderes. Estados Unidos no sólo había aprobado la dictadura, sino que había producido el golpe de estado. Entonces, por un lado, el very american no era muy alejado. Hay que recordar también que Estados Unidos tenía y sigue teniendo muchos intereses económicos en América Latina y puntualmente en Chile y en las mineras chilenas.
Y por otro lado también Pinochet era muy amigo de Margaret Thatcher, de la very british, y tenía una alianza muy importante con su gobierno. De hecho, es sabido que Chile fue aliado de los poderes británicos en la guerra de las Malvinas, entonces no es raro que, a pesar de que eran gobiernos nacionalistas, también tenían alianzas muy poderosas con el mundo anglosajón.
Por otro lado, estaban muy en contra de las comunidades mapuche que veían como enemigas puesto que ahí había y sigue habiendo una fuerte reivindicación de la tierra expropiada. De alguna manera, ese reclamo de los derechos mapuche, se opone a una idea de una economía neoliberal altamente productiva. Entonces, aunque desde fuera se pueda observar estos dos procesos como contradictorios, tienen todo que ver con el proyecto neoliberal de la dictadura chilena y con las alianzas internacionales que estableció.
P: ¿Qué papel jugaron los silencios cómplices en la dictadura chilena y qué papel tienen en el actual contexto del Genocidio en la Franja de Gaza?
R: Los silencios son muy importantes en la construcción de la realidad. Ahora, hay algo muy interesante en este proceso de silenciamiento, porque, en efecto, las dictaduras latinoamericanas intentaron, no solamente silenciar y tergiversar lo que se estaba haciendo, sino también no producir evidencias.
De esto hablo en un libro que se llama Zona Ciega, las dictaduras intentaron ocultar la evidencia, es decir, los cuerpos que eran violentados y asesinados eran desaparecidos, porque matar y generar cadáveres significaba implicarse en un crimen no aceptable contra una ciudadanía a la que se había arrestado sin causa y a la que no se había enjuiciado.
«las dictaduras intentaron ocultar la evidencia, es decir, los cuerpos que eran violentados y asesinados»
Lo que está pasando hoy es que más bien hay un exhibicionismo de la violencia del poder. En este caso, el genocidio está siendo muy visible, pero, a la vez que se visibiliza la violencia y el castigo colectivo a los palestinos, también Israel ha intentado acallar los testimonios y los reportajes de los propios palestinos. Es decir, lo que se quiere mostrar es la violencia del Estado de Israel como una manera de defensa muy violenta y desproporcionada, pero defensa de los israelíes.
Y lo que no se quiere mostrar es que, en efecto, los propios palestinos se han estado defendiendo siempre de la violencia opresiva del poder israelí. Ahí hay una diferencia muy grande en cómo se está pensando este conflicto. Entonces, a la vez que se muestra el gran poder, la gran impunidad, digamos, arropada por esta retórica defensiva de Israel, también se ha intentado silenciar la voz de los palestinos.

P: ¿Qué responsabilidad tienen los que deciden callar ante la barbarie?
R: Callar ante un genocidio, que de hecho yo llamo un omnicidio porque es un matarlo todo: no es solamente asesinar cuerpos, sino asesinar también el futuro de una nación. Es matar una cultura, matar una educación, matar una tradición literaria y artística; es matar una tierra que está siendo destruida con toda su vegetación, matar los olivos y toda la siembra milenaria palestina… Esto es un matarlo todo, entonces por eso yo llamo esto un omnicidio. Y silenciarse, callar cómodamente ante este tiempo, ante esta situación tan tremenda, es convertirse en cómplice.
«Callar cómodamente ante este tiempo, ante esta situación tan tremenda, es convertirse en cómplice»
P: ¿Era una niña pequeña capaz de reconocer esas “señales sospechosas, sorprendentes, sueltas” que dejaban el ocultamiento y la feroz violencia de la dictadura?
R: Yo fui recibiendo esas señales, las percibí, pero no logré organizarlas en un discurso. No logré generar una narrativa porque eran señales sueltas. Me demoré mucho tiempo porque no tenía un contexto para poder leer y ubicar esas señales y entenderlas como lo que eran.
Entonces, me parece que hay un proceso de interpretación crítica que va permitiéndome ver, que nos va permitiendo ver colectivamente aquello que no habíamos podido entender, por más que las señales estaban ahí.
P: En el libro escribes: “Y podían decir entre ellos que los comunistas iban a matarnos y que defendernos era un legítimo derecho”, ¿van los comunistas, encabezados por Jeannette Jara, a matar a alguien antes o después de las elecciones de noviembre?
R: *Se ríe* Por supuesto que no. Esos momentos revolucionarios realmente quedaron muy atrás. El Partido Comunista además no era un partido violentista. Salvador Allende quiso a toda costa evitar una guerra civil. La evitó, pero lo que sucedió luego fue una gran masacre contra la ciudadanía.
Pero ese no era el Partido Comunista de entonces, tampoco es el Partido Comunista de ahora. Y menos aún es la propuesta de Jeanette Jara, que a mi modo de ver es una candidata muy lúcida y que se parece en muchos sentidos a la presidenta Michelle Bachelet.
P: ¿Ha conseguido Chile construir un we, un us, un our, un nosotros que signifique todos nosotros y sea verdaderamente compartido y unificador?
No, ni Chile, ni ningún país, ni siquiera ninguna nación, ninguna comunidad, ninguna familia. Ese we es un invento retórico, detrás de ese we, o de ese us, o de ese nosotros, siempre hay un yo que enuncia. Uno va encontrando afinidades y solidaridades en las personas más diversas, pero que no son necesariamente el núcleo que uno tiene alrededor. Y sin embargo, me parece que es muy importante en este momento generar instancias de diálogo en las que todas estas personas que pensamos distinto podamos mantener un diálogo abierto y reflexionar juntos para vivir mejor juntos.
Pero este vivir juntos no significa que vamos a estar todos de acuerdo siempre. Lo que significa es que no nos vamos a violentar. Lo que significa es que nos vamos a cuidar a pesar de estar en desacuerdo. Y por eso ese we, ese us, ese our y ese nosotros de mi libro se va descomponiendo cuando uno se da cuenta de que ese nosotros es un constructo conveniente, pero no representativo de la realidad.
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