Varias cuestiones que la IA no debería responder
Tamia Olga
La pregunta es más importante que la respuesta? La escritora Ana Geranios hablaba en uno de sus recientes artículos en El País de cómo la negación imposible de ChatGPT, esto es, la obtención ininterrumpida de “síes” afecta a nuestras relaciones interpersonales.
Hoy he pensado otra cosa. Tras ir a la exposición La Naturaleza en el Arte. Colección Abelló de la Fundación Cajasol junto a un amigo, observamos un cuadro de una naturaleza muerta. En el cuadro se observaban todo tipo de frutas de otoño, verduras y carnes. En el centro, sin embargo, reposaba un jarrón de cristal transparente con algo dentro: imposible adivinar qué era. Hace unos días subí ese pequeño fragmento del cuadro a mis redes sociales preguntando si a alguien se le ocurría qué podía ser. Un seguidor a quien no conozco en persona se aventuró y dijo que quizá se trataba una reliquia. Tras una charla corta le aseguré que si encontraba la respuesta se lo haría saber. Respondió: “quizá ChatGPT tenga la respuesta”, a lo que respondí: “prefiero la curiosidad”.
Esta pequeña charla sin malicia me hizo pensar en las artes adivinatorias y en cómo la IA puede anticipar el futuro. El futuro en este caso estaría ligado al camino que debería recorrer hasta el descubrimiento del detalle del cuadro, pero podemos aplicarlo a cualquier otra situación. Es decir, que con un botón podríamos eliminar de un plumazo cualquier proceso de investigación. No todo el mundo quiere saber las cosas con esa facilidad. Es casi como un spoiler existencial, como si una tarotista adivinase el día exacto de tu muerte. ¿Querrías saberlo o vivir hasta entonces? No estoy haciendo aquí una apología de la ignorancia, abogo por la adquisición lenta y atenta del conocimiento.
Una entrevista reciente a Pino Aprile en El Confidencial me dio algunas ideas para realizar este artículo. Queremos todo fácil, ya, rápido; pero, como él mismo dice: “podríamos perder la inteligencia al igual que perdimos la cola”. El ser humano aprende por curiosidad, tejiendo respuestas entre preguntas. De hecho, la curiosidad es una de las primeras cosas que se pierde cuando uno empieza a deprimirse; si nada merece la pena, si todo se resume en apatía, ¿hacia qué o hacia quién sentir curiosidad? En fin, sigo sin saber qué es el objeto del jarrón, pero ahora tengo más interrogantes.
«Nos hacen cada vez más estúpidos»
¿En qué pensaba el pintor cuando pintaba? ¿Era el cristal tan común en el siglo XVI? ¿Existían ese tipo de jarrones en su época o fue un producto de su imaginación? Y, por supuesto, ¿qué es esa bolita azul flotando dentro? Si cojo esa imagen y pregunto a la IA obtendré una respuesta pero a costa de cercenar decenas de preguntas. Uno podría decir que buscar la respuesta en libros o preguntando a un especialista surtiría el mismo efecto, pero nada más lejos de la realidad. El camino tortuoso de la investigación abre otros campos, otras preguntas, amplía la mirada. Digamos que, mientras que la IA es una lente de aumento, la investigación permite ver lo que existe alrededor de aquello que se mira. Porque las cosas nunca son únicamente las cosas.
Esto me recuerda a un anuncio que me saltó hace unas semanas en YouTube: El popómetro. El Popómetro dice a los padres y madres primerizos y preocupados por la salud intestinal de sus bebés si está todo correcto. Una integrante del colectivo La Leche, un grupo de ayuda mutua entre madres fundado en 1997, se dobló de la risa al contárselo. «¿Pero…¿tú no eres capaz de darte cuenta? Nos hacen cada vez más estúpidos», decía. Yo creo que tiene razón.
Quizás el abuso, no solo de la IA, sino de cualquier herramienta que dé una única respuesta a nuestras preguntas, nos instaura una pereza intelectual y emocional que puede acabar resultando en un tedio vital insuperable: El gran aburrimiento. No sé vosotros, pero yo no quiero vivir en un mundo en el que solo exista el aburrimiento y el consumo. Un comme si comme ça que no nos permite ni ser felices ni tampoco excesivamente tristes. Una anestesia de las capacidades que puede pasarnos factura. Hace tiempo, una amiga leyó Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo de Kristen Ghodsee; la verdad que no sé si será verdad o mentira, pero creo que está bien que la IA no pueda responderme la pregunta.
Por si acaso, vuelvo a dejar aquí la imagen.

Referencias
- Geranios, A. (2025). Un esclavo parlanchín siempre disponible: cómo afecta la IA a nuestras relaciones personales. El País.
- Alegoría del mes de octubre. Cesto con manzanas, granadas y uvas y pareja de palomas y ruiseñores (1640) de Francsico Barrrera.
- Villarino, Á. (2025). “Podemos perder la inteligencia igual que perdimos la cola. No es una ventaja evolutiva”. El Confidencial.

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