Brian Dutton y el sentido de la Filología

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Desde hace algún tiempo vengo reflexionando a menudo acerca de los límites que definen la Filología, de cuál es su objetivo último y también de cuáles son sus herramientas y procedimientos imprescindibles, es decir, ¿qué diferencia al análisis filológico de otros análisis? Como estudiantes de Filología que somos, creo que conviene que nos hagamos esta pregunta.

Según el Diccionario de Autoridades, Philología es la «ciencia compuesta y adornada de la Gramática, Rhetórica, Historia, Poesía, Antigüedades, Interpretación de Autores, y generalmente de la Crítica, con especulación general de todas las demás Ciencias». Es especialmente curiosa la apostilla que incluye el diccionario académico al final de la definición: con especulación de todas las ciencias. Si consideramos esta voz con su significado dieciochesco («contemplación grande y aplicación del entendimiento para saber y conocer las cosas»), rápidamente salta a la luz que la Philología es una especie de cajón de sastre, donde todo conocimiento viene a ayudar a la comprensión del texto. La Filología se presenta así en mi cabeza como una ciencia humanística total, destinada a esclarecer todo objeto textual, sea cual sea su naturaleza.

Valga este pequeño excurso para introducir al autor que nos gustaría presentaros hoy, Brian Dutton (1935-1994). Conocí a Brian Dutton hace ya algunos años. Su nombre llegó a mí a través de la poesía cancioneril, pues siempre que alguien citaba cualquier composición de cancionero lo hacía refiriéndose al ya célebre, aunque desconocido para mí en aquello días, índice Dutton. Este índice o número fue, y sigue siendo, el elemento que más me ha cautivado de su obra. Me gustaría dedicar este pequeño espacio a dar cuenta de su importancia.

Cualquiera que se haya acercado al mundo cancioneril conoce las dificultades ecdóticas que este puede plantear. La enorme difusión de muchos de los poemas del cancionero cuatrocentista, sumada al carácter aún manuscrito de la producción textual de esta poesía, generó la proliferación de muchos testimonios de las obras, que llevaban consigo sus implícitas variantes, presentes en todo texto manuscrito. Hemos de sumar a estas dificultades, el carácter facticio de los cancioneros: estas obras aunaban composiciones de muchos poetas diferentes de los que en ocasiones solo conservamos el nombre, a la vez que eran habitualmente modificadas en extensión, bien con la añadidura de nuevas composiciones, bien con la supresión de folios (motivada muchas veces por la censura, como sucede con la Misa de Amor de Suero de Ribera, arrancada del Cancionero de Estúñiga y del Cancionero de Roma).

Debido a esto, y al numeroso corpus de cancioneros que conservamos, puede resultar complicado para el estudioso de la poesía cancioneril navegar entre tantos testimonios y tantas variantes. Un mismo poema aparece en diferentes cancioneros, pero no aparece de forma uniforme: aquí lo hace de forma completa, allá de forma parcial, mostrando solo unas estrofas y dejando versos colgados; aquí se atribuye a un autor y en el otro lado aparece sin rúbrica autorial. Ante esta situación, Brian Dutton creó una obra de meticuloso trabajo filológico que vendría a simplificar mucho el acceso a la poesía cancioneril por parte de los estudiosos, me refiero a El cancionero del siglo XV: 1360-1520 (7 v.). En ella, Dutton se propone revisar todas las fuentes cancioneriles para transcribir, de forma paleográfica y sin puntuación, todas las composiciones poéticas que recogen. A lo largo de siete tomos, uno de ellos dedicado a los índices, Dutton presenta cientos y cientos de composiciones agrupadas conforme a los cancioneros en los que aparecen.

Detalle de la portada del libro
Imagen propia

Lo realmente loable del trabajo de Dutton es que el filólogo norteamericano realiza una filología del testimonio y no de la obra. Quiero decir, un mismo poema puede aparecer en cinco cancioneros diferentes y por tanto aparecerá cinco veces transcrito en el catálogo de Dutton, tal y como aparece en cada una de sus manifestaciones. Y la gran idea de este autor reside en haber creado una especie de código de identificación, que, aunando los diferentes testimonios de una obra bajo una misma signatura, es capaz a su vez de describir de forma específica e individualizada cada uno de ellos. Esta forma de referencia está ampliamente instaurada en el mundo de los estudios cancioneriles. Pongamos por ejemplo una de estas secuencias identificativas, referida a uno de los testimonios de la ya citada Misa de Amor de Suero de Ribera, porque como ya hemos indicado, cada testimonio tiene su identificación concreta, no cada obra:

[ID0034] PN8-31 (57r60r) (139vv)

Esta pequeña signatura nos aporta mucha información sobre la composición a la que se refiere. En primer lugar, tenemos el número de identificación (ID): 0034. Este es el número asignado a la Misa de Amor de Suero de Ribera dentro del índice de Dutton. Todos los testimonios de esta obra serán encabezados por este número identificativo: es el DNI del poema. Después, tenemos la mención al cancionero donde se encuentra este testimonio (recordemos que hablamos de concreciones de obras, de diferentes apariciones del mismo poema en diversos cancioneros). En este caso, las letras PN8 hacen referencia al Cancionero E, atesorado en la Biblioteca Nacional de París (PN = París Nacional). Todos los testimonios que aparezcan en este manuscrito llevarán como marca topográfica esas letras. El número 31, indica que el poema ocupa ese lugar en la sucesión de los textos del cancionero. Después, se añade la referencia a los folios en que se encuentra la composición y el número de versos que posee. En este caso se añade el número de versos porque la métrica de las estrofas es muy irregular dentro de la composición. Si la métrica fuese regular en cuanto a las estrofas, en vez del número de versos aparecería la distribución estrófica: v. gr. (1×8, 4×6) -es decir, una estrofa de ocho versos y cuatro de seis versos-.

Si atendemos a la identificación de otras de las variantes textuales de la Misa, vemos que se producen cambios en su código de referencia:

  • [ID0034] PN4-29 (50v51v) (132vv). En esta secuencia, que hace referencia a otro testimonio de la BNF, vemos que el poema cuenta con 7 versos menos que el anterior mencionado, siendo la misma obra (0034).
  • [ID0034] RC1-36ter (70r) (8, 7, 2…). En este caso, tenemos una versión muy fragmentaria de la obra, ya que solo cuenta con tres estrofas: ocho versos, más siete versos, más una estrofa interrumpida de dos versos. La interrupción de la estrofa se marca con los puntos suspensivos.
  • [ID0034 F 0034] SA7-355 (169v-170r) (1×8). Este testimonio, perteneciente a uno de los cancioneros guardados en la biblioteca universitaria salmantina presenta una variación en el número ID. La F nos indica que el texto es un fragmento independiente que ha gozado de una vida textual propia y después ha sido añadida al poema, diferenciándose de la adición, señalada con una A, en la cual el fragmento no presenta una vida independiente antes de aparecer añadido a la composición. Otras letras nos indican diferentes tipos de relaciones entre poemas como R (respuesta: 0034 R 0124), o V (versión o refundición).

Como hemos intentado demostrar, la labor de Dutton ha sido clave para permitir un acceso más directo del lector académico a los textos cancioneriles. Si volvemos a las consideraciones iniciales de la presente entrada, podemos afirmar que Dutton hace una labor filológica en tanto que pretende aportar herramientas para la correcta edición de los textos y un mayor conocimiento de los testimonios cancioneriles existentes. Su trabajo, fundamentalmente catalográfico, asienta unas sólidas bases para la indagación sobre esta línea literaria. Esta obra es de referencia asegurada, por ejemplo, para la realización de estemas que busquen aclarar la filiación y relación entre los diferentes cancioneros, pues como hemos visto, muchos comparten composiciones. Además, Dutton nos ha brindado esa utilísima herramienta de referencia, que, en muy poco espacio, nos permite dar mucha información sobre un testimonio, agilizando de forma notable la descripción textual de los poemas. Además, la obra que hemos comentado en estas líneas (El cancionero del siglo XV) fue editada por Ediciones Universidad de Salamanca, en lo que constituye sin ninguna duda una edición de lujo, muy cuidada, de muy buenos materiales y medida disposición. Esperamos haber traído a la memoria la figura de Brian Dutton, haciendo hincapié en lo notable de su empresa, que, lejos de reducirse a este quehacer, vino acompañada de numerosas ediciones críticas (como la del Cancionero de Baena) y de múltiples estudios sobre los más diversos temas de la Literatura Medieval.

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