‘La vegetariana’ es desagradable (y eso está bien)

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A lo largo de los años, mi madre ha desarrollado la bonita costumbre de regalarme por mi cumpleaños o Reyes (es complicado discernir porque son el mismo día) la obra del Nobel de Literatura del año anterior. Por lo tanto, no fue una sorpresa encontrarme La vegetariana al abrir un paquete rectangular el día 6 de enero. La clase de griego tampoco me habría desconcertado, aunque creo que el hecho de que yo misma eliminase la carne de mi dieta durante diez años decantó la balanza a favor del primero. 

Mientras que otros años leer al ganador del Nobel me producía indiferencia, en esta ocasión esperaba con muchas ganas el regalo de mi madre. Con bastante vergüenza, he de confesar que, hasta este momento, nunca me había aproximado a la literatura asiática. Ni siquiera a Murakami (lo sé, lo sé). Así que leer a Han Kang me causaba mucha expectación.

La primera señal de alarma me llegó hablando con la novia de un amigo. Estábamos charlando sobre los libros que estábamos leyendo y que queríamos leer. Cuando le comenté que me habían regalado La vegetariana y que estaba ansiosa por leerlo, me dijo que ella lo había detestado. Hay veces que no tengo en cuenta las opiniones de otros sobre futuras lecturas, pero en este caso me interesaba, porque a ella la tengo por una persona con “buen gusto”, o al menos uno similar al mío. 

Otro mal augurio me vino cuando, justo antes de comenzar a leerlo, ojeé las reseñas sobre el libro en Goodreads. Las había buenas, sí, pero también muy malas, o al menos peores de lo que habría esperado para una autora galardonada con el Nobel. Los lectores decían que había sido “agotador” o, simple y llanamente, “desagradable”. 

A los pocos días, cuando terminé la obra, entendí a lo que se referían estas personas descontentas. La vegetariana es desagradable, y eso es precisamente lo que me cautivó del libro.

El disfrute de lo grotesco

Para evitar destripar su contenido a quien no la haya leído, voy a intentar ser muy vaga en mis explicaciones. El libro cuenta la historia de Yeong-hye, una mujer que decide dejar de comer carne por culpa de los terribles sueños que la atormentan por las noches. Son tres personas cercanas a ella —su marido, su cuñado y su hermana— quienes narran las consecuencias de su decisión, tanto para la protagonista como para aquellos que la rodean.

En la conversación previa a leer el libro con la novia de mi amigo, recuerdo que me dijo “Si te gustó la película La sustancia, te gustará este libro”. Ahora no encuentro una reseña mejor cuando otras personas me preguntan por él. El libro es duro, no sólo por los temas que trata, sino por las detalladas descripciones, que en algunos momentos llegan a ser excesivamente explícitas e incluso escatológicas, que hace Han Kang de la corporalidad de sus protagonistas. Entiendo perfectamente que haya lectores que encuentren desagradable el libro, pero ese componente soez y sórdido es lo que más me interesó a mí.

Son las dos primeras partes del libro las que me fascinaron. El tercer acto, en el que la voz narrativa pasa a la hermana de Yeong-hye, se me hizo más pesado, precisamente porque se trata de un personaje con el que podría llegar a empatizar, mientras que los dos primeros narradores son absolutamente despreciables. Lo que a mí me cautivó fue meterme en la mente de dos personas a las que, si conociese, detestaría con todo mi ser. Imagino que Lolita debe ser algo similar (sí, tampoco lo he leído, lo sé, fatal).

No se me escapa la crítica social que hay implícita en la historia de Han Kang, pero tampoco creo que sea un manifiesto político. A diferencia de Parásitos, que es una clara sátira de las desigualdades en Corea del Sur, creo que La vegetariana es simplemente un libro “raro”, que tiene como escenario la sociedad surcoreana y por ello deja entrever algunos de los graves problemas que la carcomen. 

No pretendo que esto sea un análisis feminista de la obra de Han Kang, pero sí que creo que es interesante conocer las desigualdades de género que existen en el país a la hora de aproximarse a ella. Si algún lector tiene interés en el libro, le recomiendo que, si no lo conoce, busque información sobre el Movimiento 4B —por el que algunas mujeres surcoreanas abogan por un celibato voluntario hacia los hombres del país como castigo por su misoginia—. Creo que es interesante observar a los dos narradores masculinos de La vegetariana desde este punto de partida. 

¿Sufrir o no sufrir?

Aunque parto de la premisa de que para mí está bien que la obra de Han Kang sea desagradable, entiendo que para otra mucha gente no. Creo que lo que voy a decir a continuación se podría considerar un spoiler, así que, el que no quiera leerlo, que salte al siguiente párrafo. El libro incluye episodios de violencia sexual y descripciones muy detalladas de ideaciones suicidas y trastornos alimenticios. Considero perfectamente comprensible que muchas personas no quieran leer sobre estos temas. 

En los últimos tiempos, se ha convertido en habitual recibir advertencias sobre el contenido sensible que consumimos. De hecho, en las plataformas de contenidos audiovisuales lo obliga la ley. Siento admitir que no tengo una posición formada sobre si esto es algo bueno o malo. Entiendo a las voces que dicen que la ficción no puede estar dirigida sólo a agradar, pero también entiendo a aquellas que piden no ser expuestas a contenido perturbador sin aviso. Abro el debate, pero no lo cierro. 

Por otra parte, existen personas para las que la literatura es, simple y llanamente, un método de evasión y buscan distraerse de la realidad —que, seamos sinceros, muy esperanzadora no es— con historias felices. Y eso está bien. A mí me gustan los libros que me retuercen las entrañas y me hacen entrar en melancolía durante días, pero veo razonable que haya gente a la que no.

Así, La vegetariana es para los que, como yo, desean ser repugnados, en el mejor sentido de la palabra. No hay escala de grises, o encanta o disgusta. Y eso está bien.

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