Perdona, no he tenido tiempo. Estaba tratando de mantenerme cuerda.

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Perdona, no he tenido tiempo. No he podido escribir el artículo de diciembre. Bueno, mejor dicho, no he podido escribir los dos artículos que me correspondían en diciembre. Ni el de enero. Gracias por permitirme escribir solo uno en enero. Y perdón. Perdón por no escribir ese artículo para enero, ese artículo pequeñito que no requería mucho y, a la vez, sí requería mucho. Perdón y gracias.

Perdona, he conseguido trabajo. Gracias, ahora tengo trabajo. Me han denegado dos becas y ahora tengo trabajo. ¿Seré suficiente? Gracias, gracias. ¿Puedo compensar esos cuatro artículos de alguna manera? Si quieres, puedo escribir tres este mes y leer cinco libros para cada uno y pedirte perdón otra vez. Si no soy suficiente no podré escribir cuatro artículos, o tres, o  los que sea para los que me haya comprometido. Perdona, no tengo tiempo, he conseguido trabajo. Y vuelvo a ir a terapia y a veces, me medico. A veces, me medico porque no tengo tiempo. Gracias por el trabajo. Perdón por no tener tiempo. 

Seguro que puedo organizarme mejor pero aún no sé cómo. A lo mejor, en ese espacio de tiempo entre lo que se me pasa el efecto del Trankimazin y consigo salir de la cama y ese otro tiempo hasta que vuelvo a pensar que no soy suficiente y me duele la clavícula, el coxis, el hígado, todo, nada, algo. Quizá en ese rato pueda escribir. No, perdona. No puedo. Lo lamento. 

Voy a terapia, ¿lo he dicho ya? Me convenzo de que este dolor en el metacarpo, de que este dolor en el suelo pélvico, de que este dolor entre el oído y el huesecillo, es mi culpa. Así puedo controlarlo, ¿no? Me busqué trabajo para que me dejara de dolor el hueco entre el oído y el huesecillo. No lo recomiendo. Me sigue doliendo la piel de debajo de las uñas, pero como ahora tengo aún menos tiempo, no puedo pensar en ello. Un día me saldrá sangre de la piel de debajo de las uñas mientras voy en el cercanías al trabajo y pensaré ¿apunté esto en Google Calendar? No.  Pues siguiente. No tengo tiempo para preocuparme por esa sangre, ni por esa otra, no tengo tiempo para pensar en qué escribir.

Este dolor, ese y aquel otro, son mi culpa, ¿verdad? Supongo que tengo que llevar a cabo aquello de poner límites, de priorizarme, de iniciar mi proceso de superación, de curación, de self-care o qué sé yo. Cuidado cuidadito para mí. Para mi cara – más peluda y rugosa que nunca-. Para mi cuerpo -más contraído y sonoro que nunca-.  Google Calendar, prepárate, toca cita conmigo misma. Google Calendar, prepárate, cancelaré todas y cada una de ellas. 

Me pregunto entre dolores y postergación de dolores, como se preguntó Judit Butler -siempre premonitoria, siempre por delante-, ¿qué es lo que permite que algunas vidas sean vivibles en su precariedad y otras no? Me preguntó, como se pregunta Beatriz Serrano, Marta Sanz o Belén Gopegui, ¿qué queda cuando solo queda el cansancio, el hastío, los malabares para pagar el alquiler, la incapacidad para negarse a este u otro trabajo? 

Amaia Pérez en Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida señala que las estructuras socioeconómicas actuales -la lógica sangrante neoliberal- no solo atentan contra la propia vida sino que establecen una noción de vida-que-merece-ser-vivida. Según la autora, el régimen neoliberal:

«Escinde vida humana y naturaleza, identifica los valores asociados a la masculinidad con lo propiamente humano, impone un sueño loco de autosuficiencia e identifica bienestar con consumo mercantil en permanente crecimiento y progreso.»

Esta es la vida que merece ser vivida. Aguanta tu precariedad, amiga. Se autosuficiente. Do it yourself, es decir, explótate a ti misma. Conviértete en capital, revalorízate continuamente. Aguanta, amiga. Aguanta el dolor de los meniscos.

Amiga, mientras cancelo la cita conmigo misma del Google Calendar -no puedo permitirme otro café de especialidad-, me recuerdo que este dolor mío es el dolor de muchas. Me duelen las uñas como a ti los meniscos. Y sin embargo, un par de voces bastante rancias con bastante franja disponible en prime time dicen que ese dolor tuyo y mío son distintos. Que ese dolor tuyo y mío son nuestra responsabilidad. Y que hay un nombre algo técnico, algo científico, algo expropiador para denominar este malestar.

Jordi Solé Blanch y Asún Pié Balaguer en la introducción de Políticas del sufrimiento y la vulnerabilidad apelan a la institucionalización del malestar como práctica discursiva que legitima la individualización del dolor:

«Los canales de gestión del sufrimiento y la vulnerabilidad (medicalización y psicologización, institucionalización, literatura de autoayuda, etc.) aspiran a reparar individualmente los desajustes del sujeto autoproductivo e imposibilitan su visibilidad»

Amiga, ¿sabes quien escribe libros de autoayuda? A mi se me ocurren un par de personas. También se me ocurren un par de ejemplos sacados de estos libros. Quizá, te suene algo así como “todo lo importante en la vida tiene que ver con el amor y el trabajo”. Con el amor y el trabajo, ¡já! Traduzco: Todo lo importante en la vida tiene que ver con casarte respetando los mandatos del regimen cisheterosexual, formar una familia en la que todos son miembros cumplan con el regimen cisherterosexual, trabajar para mantener a esa familia, explotarte para no pensar en los problemas que ocasionan la gestión de los cuidados de esa familia, para olvidar tu nombre, para olvidar que sufres y, en conclusión, todo lo importante de la vida tiene que ver con conseguir que todos los miembros de tu familia afín a los mandatos del régimen cisherterosexual cumplan con eficacia y alegría los mandatos del capital. Que nadie se entristezca, que nadie recuerde su nombre. Y si comienza a dolorte el cuerpo en el proceso de reproducción de esa vida-que-merece-ser-vivida, tranquila, tienen un nuevo nombre para ti y un par de pastillas nuevas que te mejorarán. Tranquila, podrás volver a funcionar. No temas. Te seguirá doliendo todo el cuerpo, pero podrás seguir trabajando ¿sabes? 

Sara R. Gallardo explica de forma increíblemente lúcida en un artículo de Pikara Magazine esto de los nombres, esto de expropiar la experiencia del malestar, esto de las consecuencias en la incapacidad para reproducir la vida que merece ser vivida:

«Los diagnósticos psiquiátricos nos ayudan a movernos en unas coordenadas donde poder existir. La contrapartida es que empezamos a existir en el único lugar donde se nos permite: aquel en donde el Gran Otro (la racionalidad, la biopolítica, el eurocentrismo, la sociedad industrializada, la heteronorma y lo blanco, lo bello, lo bueno) nos ha colocado.»

Así que, amiga, trata de no estar triste. En este mundo que pone en riesgo la posibilidad de la vida, hay que afrontar el día con alegría, con positividad. Sonríe, por favor. Do it yourself. Olvídate de la vinculación con el resto. Perdona, pero es que la dimensión relacional hace tiempo que quedo eliminada. Se independiente, autónoma, autosuficiente. Si te duele, soluciona. Si te duele, sonríe. Si te duele, ten una cita contigo misma, no vaya a ser que quedes con tus amigas y os encontréis todas con la piel de debajo de las uñas con sangre y con el cuerpo lleno de cansancio y decidáis organizaros. Como señala Juan Evaristo Valls en Metafísica de la pereza: 

«Nada nos hace más frágiles que esta incapacidad para la resistencia, conjugada con la absoluta sumisión al éxito y la eficacia.»

No sé qué te parece, amiga, pero quizá la única resistencia, como también plantea Valls, sea el descanso. Vamos a parar. No sé cómo, pero vamos a intentarlo. O al menos vamos a narrar, a narrar estos dolores y estos nuevos nombres. Yo hoy te he contado los míos, sumalos a los tuyos, que son los mismos. Vamos a sentarnos, aunque sea un ratito, a reconocer que todo lo importante en la vida tiene que ver con el descanso, con el no tener que hacer nada. Así que, de nuevo, perdona, no he tenido tiempo, estoy tratando de hacer lo menos posible.


Una respuesta a “Perdona, no he tenido tiempo. Estaba tratando de mantenerme cuerda.”

  1. Avatar de Malka Guel
    Malka Guel

    excelente

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