La literatura nazi en América fue la obra que lanzó al estrellato al chileno
Contrariamente a lo que muchos piensan, sí hubo autores en Latinoamérica después del Boom. Uno de ellos, quizás el pilar de la literatura chilena de finales del siglo XX, es Roberto Bolaño. Si bien ya había publicado varias de sus novelas, como Monsieur Pain (1984) o La pista de hielo (1993), no es hasta 1996 que llama la atención de la crítica con la publicación de La literatura nazi en América. Esta ¿novela? es más bien un manual enciclopédico de toda la literatura filo-nazi escrita en América desde 1930 hasta 2010. En sus páginas se detallan las vidas de estos autores ficticios creados por Bolaño como parodia a la verdadera historia de la literatura hispanoamericana y su relación con las ideas del Tercer Reich alemán.
En los últimos años -y muy especialmente entre la juventud-, se está viviendo una nueva fiebre por las obras de Roberto Bolaño. Y es normal, al fin y al cabo, hablamos de un autor que decidió bajar la literatura del pedestal metafísico, estético y de savoir faire en el que la había dejado esa generación de autores latinoamericanos que fueron desfilando uno a uno por la Academia Sueca. La literatura de Bolaño es una necesidad histórica: después del galanteo altivo de los autores que se escriben con mayúsculas hacía falta volver a bajar la novela al fango, hacerla pasear por los suburbios y los arrabales, quitarle sus liturgias y enviarla a hablar con quienes no tienen pelos en la lengua o aquellos que no sabrían colocar una sola coma. Junto a su grupo de poetas infrarrealistas se adscribió a la máxima de «volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial». Esa literatura que propuso el chileno, pero en la que también encontramos a su querido Pedro Lemebel, Ricardo Piglia, Manuel Puig, Juan Villoro o Mario Santiago Papasquiaro.
Creo que debe de considerarse a Roberto Bolaño un escritor atópico por dos cosas: una, su itinerancia vital incierta, pasando por Chile, México, EEUU y, finalmente, España; y dos, la dificultad con la que puede calificársele de algo. Tanto es así que, después de haber leído aproximadamente el 25% de su obra publicada, sigo sin hacerme una idea tan clara de su literatura como me la podría hacer de cualquier otro autor. La obra de Bolaño parece ser algo así como un concierto del desconcierto. Combina un activismo político casi melancólico, un trotskismo meramente intelectual, con un sentido amplio de la estética. En sus obras el acto de la escritura se erige en el centro, aunque sus personajes no puedan ni sobrevivir dignamente, la literatura sigue siendo lo más importante, es casi un ars gratia artis entre colillas de cigarros, preservativos usados y latas de cerveza. Se sabe de su admiración por Borges y Cortázar, por los poetas del beat americano -Allen Ginsberg o Jack Kerouac-. No puede categorizarse fácilmente a Roberto Bolaño porque, tanto como en sus novelas Los detectives salvajes o Estrella distante, se trata de una literatura detectivesca no por su argumento, sino por su propia estructura. Bolaño es un detective de la literatura, siempre en busca de nuevas perspectivas.

Con respecto a La literatura nazi en América, Roberto Bolaño afirma que este continente «no tiene conciencia de lo que es» y, por lo tanto, «se cae con frecuencia en la desmesura». En el caso de Europa, donde el nazismo tomó forma y contenido, los receptores culturales capaces de detectarlo están más que afinados, pero en América resulta más difícil de discernir. En el libro, dividido en 13 capítulos, se describen las biografías y obras de 30 escritores y escritoras que participan o simpatizan con el movimiento nacionalsocialista alemán. Se ha llegado a afirmar que es una especie de homenaje a la Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges, ya que la estructura de este es similar y Bolaño era un declarado admirador de su literatura.
La cantidad de autores, obras y peripecias que Bolaño narra en este libro, sumada a la gran capacidad del chileno para la inventiva y el encuadre histórico, consigue dejar claro lo que pretendía: la línea entre realidad y ficción es tan delgada que el lector deja de poder comprobar su veracidad y se explicita la perfecta posibilidad de que autores como esos, en realidad, existan agazapados en la literatura americana. ¿Es absurdo pensar que en la Colonia Renacer -nombre que, en el libro, recibe la Colonia Dignidad, asentamiento o secta de colonos nazis en Chile- surgiera un escritor? ¿No podría haber existido una estirpe de escritores argentinos que, como los Mendiluce, hubiesen creado obras en las que cantasen las bondades de la raza blanca y del «nuevo hombre ario»? Cuando un régimen -en este caso el Tercer Reich- cae, no por ello tienen que hacerlo también sus ideas, que se diluyen en otras expresiones culturales.
Pese a que la crítica literaria comenzase a tener en cuenta a Roberto Bolaño tras la publicación de este libro, no fue del todo así para el público en general, puesto que las ventas del mismo fueron más bien decepcionantes. Y es que el formato del libro parece más enfocado a los estudiosos de la literatura que al lector de a pie. No tiene la gracilidad y el vertiginoso ritmo que caracteriza a las novelas del chileno, tampoco su desfachatez. Lo que sí manifiesta es el enrevesado y, en ocasiones, explícito sentido del humor. Pero era de esperar que un libro conformado al modo de una enciclopedia de autores infames no fuera recibido por los lectores como 2666 o Los detectives salvajes. Aún así, una de las curiosidades que pueden salir de este libro, además de la profunda intertextualidad de las obras de Bolaño, es que el último autor descrito, Carlos Ramírez Hoffman, nacido en Santiago de Chile y fallecido en Lloret de Mar, es renombrado como Carlos Wieder para convertirse en el protagonista de su siguiente novela: Estrella distante. Hoffman era un tipo duro «como sólo pueden serlo —y sólo pasados los cuarenta—algunos latinoamericanos», por eso era el personaje perfecto. De hecho, el propio Bolaño reconoce que la escribió encerrándose durante un mes en su casa de Blanes con ese capítulo sobre Hoffman como único material. La literatura nazi en América es, además de un brillante experimento formal y conceptual, un libro divertido e irreverente que, como bien muestra, podría servir perfectamente como piedra angular de un sinfín de novelas posteriores. Una declaración de intenciones del genio de Roberto Bolaño, escritor atópico, experto en el despatarre de la literatura y el Hércules Poirot de la novela latinoamericana de final de siglo.

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