Anne Sexton viajó hasta las profundidades de su quebradizo estado de ánimo para rescatar las perturbadoras imágenes que trascienden la experiencia personal, reflejando los traumas de la sociedad acomodada que le tocó vivir.
Desequilibrada, nerviosa, ausente, impaciente, ególatra, provocadora. Así la describieron muchos en aquel tiempo; la América reprimida de los 50. Sin embargo, Anne fue una de esas: una mujer que cuando dio luz a una vida, empezó a pensar en la muerte. Una de aquellas que llamaban brujas, que no se callan, señalan y molestan; una mujer atormentada por el dolor de una enfermedad mental. “Yo he sido de esas”, escribió.
En una época en la que todavía se escondía la poesía con nombre de mujer, Sexton convirtió el eje central de su obra en las dificultades de existir en un mundo de hombres, rescatando las cualidades anodinas de la vida y la pulsión. Vivió al margen de la moral impuesta, luchó contra la represión femenina, abrazó su deseo, abrazó sus miedos, decidió ser la madre que no. Cuando algunos pensaron que se había curado, ella aclaró: “Sólo me he hecho poeta”.
«Mi boca florece como un corte.
me han agraviado todo el año, tediosas
noches, solo brutos codazos en ellas
y cajas delicadas de pañuelos gritando
¡llorona, llorona, estúpida!
Hasta ayer mi cuerpo era inútil.
Ahora se está rompiendo por sus picos y esquinas.
Está rompiendo las prendas de la vieja Mary, nudo a nudo
y mira – ahora está todo invadido por esos rayos eléctricos.
¡Zumba! ¡Una resurrección!
Érase una vez una barca, toda de madera
y sin tarea, ni agua salada debajo
y necesitada de alguna pintura. No era más
que un montón de tablas. Pero tú la izaste, la aparejaste.
Ella fue elegida.
Mis nervios están encendidos. Los oigo como
instrumentos musicales. Donde había silencio
tocan sin cesar los tambores, las cuerdas. Tú lo hiciste.
La obra de un puro genio.
Cariño, el compositor ha penetrado
en el fuego.»
Biografía:
Nace en Newton Massachusset, en 1928, en una familia acomodada, aparentemente feliz. Su padre, dedicado inicialmente al comercio de lana, reportó cuantiosos beneficios en la crisis del 29, lo que le llevaron a sumergirse en el alcohol. Debido a la ausencia de la figura paterna, Anne buscó el consuelo en los brazos de una madre que se dedicaba a ser madre de la suya. En aquel entonces, es Nana, la tía abuela de la escritora, la que le brinda el amor y comprensión que tanto necesitaba aquella niña retraída y solitaria. Sin embargo, la muerte de Nana en el 54 supone el desmoronamiento del universo familiar, donde ya tanto madre como padre flirteaban con el alcohol.
En el 49 se enamora de Kayo Sexton. Pocos años después los síntomas de la enfermedad mental de Anne empiezan a aflorar. En el 53 nace su primera hija, en el 55 la segunda. Como respuesta al silencio familiar que vivió, comienza a desvivirse por sus ellas. Son los excesivos cuidados y la desmesurada atención que Anne comenzó a brindar a sus hijas lo que la condujo al borde de la locura. Poco después cae en una profunda depresión, llena de miedos y angustias, problemas de estómago y fuertes crisis de ansiedad que precisaron de su internamiento en un centro psiquiátrico.
Sólo una vez
Sólo una vez supe para qué servía la vida.
En Boston, de repente, lo entendí;
caminé junto al río Charles,
observé las luces mimetizándose,
todas de neón, luces estroboscópicas,
abriendo sus bocas como cantantes de ópera;
Conté las estrellas, mis pequeñas defensoras,
mis cicatrices de margarita y, comprendí que paseaba mi amor
por la orilla verde noche y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del este y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del oeste y llevé
mi verdad sobre un pequeño puente encorvado
y apresuré mi verdad, su encanto, hacia casa
y atesoré estas constantes hacia el amanecer
sólo para descubrir que se habían ido
Comienza a acercarse a la poesía en terapia por recomendación médica para tratar su trastorno bipolar con tendencias suicidas. Se matricula en el Boston Center for Adult Education, un taller de escritura. Se empieza a relacionar con otros poetas, conoce a Sylvia Plath. En el 64 Anne Sexton era una mujer guapa, una poeta famosa, madre de dos hijas, esposa, disfrutaba de una situación económica desahogada… Su poesía parecía paliar el vértigo que sentía por vivir, hallando el terreno abandonado para sus ficciones.
“Anne, me siento tan sola. Pienso, entre tú y yo, que estoy medio tan bien y medio tan enferma… y no quiero que la parte enferma gane… perder todo el control… pero… pero… sola…” (fragmento de carta a su psiquiatra 1964).
En el 67 Anne fue galardonada con el Premio Pulitzer por su obra Vive o Muere.
En el 71, se separa de Kayo. A partir de ese momento sus ingresos en el hospital psiquiátrico comienzan a ser más frecuentes. Comienza a beber, compaginando la soledad con el alcohol. Esta adicción provoca el distanciamiento de sus amistades. Sin embargo, nunca deja de escribir. Según Anne-citando a Kafka- “el arte debía ser como el hacha para el mar helado que llevamos dentro”.
El 4 de octubre de 1974 decide acabar con su propia vida tras 9 intentos de suicidio. Ese día había almorzado con Maxine Kumin para poner punto final a al que sería su último libro «El horrible remar hacia Dios». Dijo en una ocasión poco antes de su muerte que “en muchos aspectos, pensar que uno hace daño a los demás es peor que la muerte” y creía también que “la muerte era mejor que aquella vida que Nana había resumido con una misma frase escrita un día tras otro: “No ha venido nadie””.
Cuando la muerte te agarra y te trata como un trapo, es un hombre. Pero cuando te suicidas es una mujer. Y de aquí hasta su descubrimiento de que 1. en realidad yo no creo que los muertos estén muertos 2. que definitivamente no pienso que vaya a morir a pesar de que esté muerta 3. que los suicidas van a un lugar especial… se duermen, por ejemplo. 4. ¡¡¡que el suicidio es una forma de masturbación!!!». Se despide de su hija: «Entrégate a los que amas. Háblale a mis poemas y háblale a tu corazón -yo estoy en ambos: si me necesitas»
Poesía:
Leer la poesía de Anne Sexton es adentrarse en un universo que, en principio, se muestra como un reflejo de la biografía de su creadora, ámbito en el que lo real queda apresado mediante el empleo de la primera persona en plural. En la poesía norteamericana del siglo XX, tal introducción de la voz personal fue denominada por M. L. Rosenthal como «poesía confesional».
Su poesía es desgarrada, abandona al yo en la intemperie, el cual versa y recobra dejándolo totalmente desvalido por la inseguridad que produce exponer sus fragilidades. En cada verso parece renacer de su autodestrucción y dotar a sus versos de la vida que no fue capaz de vivir. La escritura de Sexton es lírica y de confrontación a la vez. Lo personal se identifica con lo universal.
Es la primera voz norteamericana que desmenuza el mundo de la mujer, la presencia constante de temas femeninos, la sexualidad, el cuerpo, la enfermedad… Se reveló contra la posición pasiva de la mujer en cuestiones sexuales y plasmó sus fantasías eróticas en poemas como la “Balada de la masturbadora solitaria”.
Balada de la masturbadora solitaria.
El final de la aventura es siempre la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te encuentra ausente.
Horrorizo a aquellos que están cerca. Estoy saciada.
De noche, sola, desposo la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
Ella no está lejos. Ella es mi encuentro.
La sacudo como a una campana.
Me reclino en la enramada donde tú solías montarla.
Me tomaste prestada sobre las sábanas floridas.
De noche, sola, desposo la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche amor mío,
en la que todas las parejas juntan
con giros compartidos, debajo, arriba,
el abundante dos en esponja y pluma,
arrodillándose y empujando, cabeza con cabeza.
De noche, sola, desposo la cama.
Salgo de mi cuerpo de esta forma,
un milagro molesto.
¿Podría exhibir el mercado de los sueños?
Estoy extendida. Me crucifico.
Mi pequeña ciruela fue lo que dijiste.
De noche, sola, desposo la cama.
Entonces vino mi rival del ojo morado.
La mujer de agua, alzándose en la playa,
un piano en la punta de sus dedos, vergüenza
en sus labios y un discurso de flauta.
Y yo era la escoba de las rodillas pegadas.
De noche, sola, desposo la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí igual que una piedra.
Te devuelvo tus libros, tu sedal.
El periódico de hoy dice que te has casado.
De noche, sola, desposo la cama.
Chicos y chicas son uno esta noche.
Se desabrochan blusas. Se bajan las braguetas.
Se quitan los zapatos. Apagan la luz.
Las trémulas criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente, bien saciadas.
De noche, sola, desposo la cama.
Anne Sexton viajó hasta las profundidades de su quebradizo estado de ánimo para rescatar las perturbadoras imágenes que trascienden la experiencia personal, reflejando los traumas de la sociedad acomodada que le tocó vivir.Puso sobre la mesa la desviación moral y la correción imperante de la época. Fue poeta, madre, esposa y mujer, y no siempre por ese orden. Sus poemas de amor cantan a la pulsión indomable, al deseo insatisfecho y socialmente reprimido. Ahondó en la posibilidad de desear más allá del amor, sobrepasando los confines del matrimonio. Creó escenas donde hallaba el refugio en sus amantes, habló del divorcio, la separación, la fractura.
Quiso hablar del incumplimiento de papel de esposa ideal, obediente y recatada que no fue. Habló de las maternidades, de todas ellas: las prohibidas, las deseadas, las no queridas, las ausentes. Sexton, ante su depresión, escribió con mano firme. Una mano que, como ella dijo en un poema, vive sobre toda América.
Fragmento del poema “El toque”
El problema es
Que dejé que mis gestos se congelaran.
El problema no estaba
En la cocina ni en los tulipanes,
Tan sólo en mi cabeza, mi cabeza.
Después todo fue historia
Tu mano se encontró la mía.
La vida corrió hasta mis dedos como un coágulo.
Oh, carpintero mío,
Ya están reconstruidos esos dedos.
Bailan junto a los tuyos.
Danzan ya en el desván y en Viena.
Mi mano vive sobre toda América.
No podrá detenerla ni la muerte,
La muerte derramando su sangre.
Nada la detendrá, pues es este el reino y el juicio final.
En su obra reflejó con transparencia la enfermedad mental. Llenó sus poemas de dolor hasta que apostó por acercarse a la fe al final de su vida en busca de redención. Recurrió a las almas heréticas con las que la tradición ha identificado lo pecaminoso y la lujuria. Escribió sobre brujas, sanguinarias, meretrices, voces de alucinación sintomáticas de sus patologías. Todas ellas representaban la reverberación del sentimiento de culpa y el reproche de su familia por sus intentos de suicidio. Con este imaginario grotesco maquilló a aquellas mujeres condenadas por no haber satisfecho sus roles de género y sus funciones maternales.
La poesía de Anne Sexton confiesa, sí. Pero también advierte, señala con el dedo, abre los párpados con violencia, no permite el silencio. En su vida hubo deseo, escribió de deseo. Experimentó abusos, escribió sobre abusos. Hizo versos sobre la vida familiar y doméstica, del rol supuesto e impuesto de la mujer, escribió sobre el alcoholismo, la masturbación, la menstruación, el adulterio y cualquier otro tema considerado tabú en la época que le tocó vivir. “Poemas y solo poemas me han salvado la vida” decía siempre.
El aborto
Alguien que debería haber nacido
se ha ido.
Así como la tierra arrugó su boca,
cada brote inflándose desde su nudo,
me cambié los zapatos y conduje hacia el sur.
Dejé atrás las Montañas Azules, donde
Pensilvania se encorva infinitamente
y luce, como un gato de crayón, su pelo verde,
sus caminos hundidos como una tabla de lavar gris;
donde, en verdad, el suelo se rompe perversamente,
una oscura cuenca de la que brota carbón.
Alguien que debería haber nacido
se ha ido.
La hierba erizada y dura como ciboulette,
y yo preguntándome cuándo se rompería el suelo,
y yo preguntándome cómo sobrevive lo frágil;
allá en Pensilvania conocí a un hombrecito,
no era Rumpelstiltskin, para nada, para nada…
se llevó la plenitud con la que empezó ese amor.
De vuelta hacia el norte, hasta el cielo se volvió fino
como una ventana alta que mira a ninguna parte.
El camino era liso como papel de estaño.
Alguien que debería haber nacido
se ha ido.
Sí, mujer, esa lógica te llevará
a una pérdida sin muerte. O decí lo que quisiste decir,
cobarde… este bebé que sangro.

Deja un comentario