En la novela de Hesse podemos descubrir, no sólo cómo nuestro ser puede albergar dos almas enfrentadas en sí, sino una multitud de ellas
Ya conocemos que, en novelas como La muerte en Venecia de Thomas Mann o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson, la personalidad del hombre se presenta dividida en dos partes, acaso enemigas acérrimas. Ahora, transitando más allá de la básica lectura de la novela de Hermann Hesse, El lobo estepario, en la que el animal (representando este lo irracional, macabro y dionisiaco) se opone y desafía a la parte del hombre (racional, elevada y apolínea), nos damos cuenta de que dentro de nuestro propio ser no existen dos mitades diversas, sino una enorme variedad de almas. Algo así como lo que decía en su Canto a mí mismo el poeta Walt Whitman:
“Yo soy inmenso… Y contengo multitudes.”
En la novela de Hesse vemos cómo, Harry Haller o, mejor dicho, el lobo estepario, es un ser drásticamente enfrentado contra el mundo en el que vive, un anacoreta que rechaza la existencia mundanal y vacía de los burgueses con los que se ve obligado a convivir. El ritmo de vida de esos seres, completamente externos a él, le desagrada en demasía. Sus divertimentos, tales como las orquestas de jazz, las convenciones o las grandes citas deportivas, causan en el entendimiento del protagonista un enorme agujero de incomprensión y desagrado.
“No puedo aguantar mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, […]; no puedo entender ni compartir todos estos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y por los que tantos millares de personas se afanan y se agitan.”
Pero he aquí una de las claves: si no soporta el modus vivendi de la acomodada e inocua burguesía, ¿por qué no se retira definitivamente de una sociedad que le resulta inaceptable? ¿Por qué no termina por concluir su intento de integración en un mundo que avanza en un orden inasequible para él? Pues, porque los lobos esteparios, esos hombres tan magistralmente individualistas, severos y vigorosos no podrían vivir ni un solo minuto separados de su tan odiada fauna burguesa. Estos hombres distinguidos y contrarios al common sense, sufren una especie de atracción culpable e infantil por las estructuras de la burguesía, de tal manera que la fuerza de expansión de este grupo no depende de sí mismo, sino de todos aquellos lobos esteparios que acampan dentro de los límites de lo humanamente respetable, ergo, no hay escapatoria.
Algo sucede que pasmará los dolores y el entendimiento de Harry Haller; en una noche de lastimosos y maniacos paseos empapados por la lluvia, un pequeño panfleto llega hasta él, el tractat del lobo estepario. En este breve texto se define lo que para Harry es su propia alma. No sólo había descubierto la razón de su extrañeza para con la sociedad, por su naturaleza dividida, sino que también encontró la razón de tantas desagradables pesadumbres, de tan oscuros martirios. El no sólo estaba dividido, sino que estaba, además, en guerra consigo mismo.
“En Harry, por el contrario, era otra cosa; en él no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada uno vivía exclusivamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible.”
De esta manera, el alma de Haller no estaba ordenada y sus desagradables tribulaciones eran debidas a que, en su interior, lobo y hombre no convivían formando una unión. Para su padecimiento, sus dos naturalezas pugnaban por el control total de su ser. Así, cada vez que Harry se acercaba al mundo cotidiano y simple de los mortales, con gestos de complacencia y camaradería, el lobo que albergaba en sí, gruñía y enseñaba los dientes en una mueca monstruosa; y, en cambio, cuando su parte lobuna lo dominaba y exhibía su odio hacia los demás, la tristeza se abría paso enviada por su parte humana. Una existencia en lucha no puede dejar una mente tranquila. Aunque, si bien es cierto, la explicación de su alma como una lucha entre dos polos no es más que una simple ficción:
“La bidivisión en lobo y hombre, en instinto y espíritu, por la cual Harry procura hacerse más comprensible su sino, es una simplificación muy grosera, una violencia ejercida sobre la realidad en beneficio de una explicación plausible, pero equivocada, de las contradicciones que este hombre encuentra dentro de sí y que le parecen la fuente de sus no escasos sufrimientos.”
¿Esto quiere decir que, en realidad, el hombre sí es, en efecto, una unidad azotada por contradicciones? No, se trata más bien de la existencia dentro del ser de una naturaleza poliédrica que presenta innumerables caras irregulares. La pugna interior que Harry siente, pese a que sea expuesta como un combate entre polos, es más bien una gigantesca melé entre montones de rasgos diferenciales que batallan a muerte por imponerse y llevar el rumbo de su mente. En palabras de Hesse:
“ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el respirar y el comer.”

En la novela Sostiene Pereira del escritor italiano Antonio Tabucchi se explica la idea de una confederación de las almas. En una comida entre Pereira, su protagonista, y el doctor Cardoso, este último le expone cómo, a su modo de entenderlo, comprender el ser humano como una unidad, rechazando la posibilidad de una pluralidad interna, representa una fantasía directamente extraída del extenso manto de la tradición judeocristiana. Para él, la personalidad de cada uno de los seres está estructurada bajo un régimen de confederación de almas y – esto es fundamental – a los mandos se encuentra un “yo hegemónico”. Este yo hegemónico sería algo así como la norma o el rasgo más fuerte y poderoso de entre todos los que forman la confederación y, lógicamente, cuando de entre los demás surge uno capaz de destronar al anterior, erigiéndose como líder de la confederación de las almas hasta el día que otro más destrone a este.
Teniendo esto en cuenta, podemos entender que quizás el desasosiego que Harry Haller o – en su extensión – cualquier ser humano siente en su interior y le sume en un voraz sufrimiento es causado por la constante lucha por la hegemonía de las almas en su confederación. Pero, a su vez, se entiende en la teoría de la confederación de almas, que la angustia ante esta guerra interior, brota directamente de la negación ante el cambio de rumbo. Es decir, Haller sufre profundamente cada vez que, dominado por su “naturaleza humana”, se comporta como tal y su lado lobuno hace fuerza para imponerse y hacerse cargo de su personalidad. La única manera de desasirse del dolor que la continua lucha entre almas le causa, es aceptar a todas ellas como algo natural e irremediable, así como aceptar la alternancia entre ellas, ensanchando su alma y acogiendo sin remordimientos en ella todos los rasgos que sean lo suficientemente vigorosos como para dominarle; sólo así llegará, pasado el tiempo, a la tan deseada calma.
“En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre al mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso. Por este camino marcharon Buda y todos los grandes hombres, unos a sabiendas, otros inconscientemente, mientras la aventura les salía bien. Nacimiento significa desunión del todo, significa limitación, apartamiento de Dios, penosa reencarnación. Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad, llegar a ser Dios quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al todo.”
Finalizando, entendemos que, sin intención de simplificar demasiado todos los sufrimientos plasmados en el protagonista de El lobo estepario, es posible reconocer una causa y una posible solución a tantos e inimaginables pesares. Sin querer reducir esta conclusión a una manida y despreciable sentencia digna de ser impresa en un estuche escolar, quizás la solución a los infiernos de Harry Haller, de todos los Harry Haller existentes, sea ensanchar el alma en lugar de hacer de ella un cofre reforzado, acoger en ella con seguridad cada una de las contradicciones, pluralidades y rasgos antagónicos que en la personalidad propia tengan cabida; quizás, y sólo quizás, esa sea la única salida. Debemos tener claro eso que defiende la obra de Hesse y que, de modo sublime, resumió Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego:
“Cada uno de nosotros es varios, es muchos, es una prolijidad de sí mismos”

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