Sin tener que morir o matar

Published by

on

9–13 minutos

Querida Jimena: Te escribo esta carta sabiendo que no tendrás tiempo para contestarla (y siendo consciente de que eso es lo de menos. Ahora lo importante es tu adaptación a la selva laboral).

Quiero hablarte de algo que me escribiste hace – más o menos – un año: “Encarnita, te leeré siempre”. Yo por entonces estaba bien jodida, así que he de confesar – aunque supongo que tú ya lo sabrás – que no fui capaz de sonreír al leerlo. Te agradezco entonces aquellas palabras hoy, aquí. Nunca es tarde para eso. Es justo que te diga que me bastan para casi todo.

“Encarnita, te leeré siempre”. Volvías de Turín, habías ido a visitarme. Un par de semanas antes de que tú llegases yo acababa de terminar el borrador de una novela y mi primera relación. Qué panorama, chica. Pensaba que no volvería a escribir nada (nunca, jamás) y, para más inri, sabía que esas doscientas veinte páginas, al igual que yo misma, no eran todo lo buenas que querían ser. Menuda turra te comerías aquella semana (perdón por eso). Espero que los tagliatelle compensasen, al menos, un poco.

Jimena frente a un restaurante (cerrado) de Turín, marzo 2023.

¿Sabes qué? Unos días antes de que aterrizaras, solo era capaz de dormitar todo el día en aquella cama de matrimonio. Me acuerdo de que me tumbaba en diagonal para no hacerme consciente de ninguna ausencia. Qué tontería, ¿no? Estaba deseando que vinieses, que llegases. Señalarte el hueco y que te acostaras justo donde hacía falta. Sabrías cómo hacerlo, era lo único sobre lo que no tenía dudas aquellos días.

Limpieza de armario, supongo. Turín, febrero 2023.

Cuando faltaban un par de tardes para que abrieras tu maleta en el suelo de aquella habitación, cuando ya casi veía tus chaquetillas de colores esparcidas por mi armario, me pareció que tenía bastantes fuerzas para salir de casa. Quincuagésimo cigarrito del día en mano y con el flequillo sin planchar, me atreví a imprimir aquello que tantas noches me había costado y que no valía nada.

En aquel momento no pensé mucho en el porqué. Apenas me dolieron los veinte pavos que me dejé en la primera copistería que encontré en el barrio. Hoy sé que mi intención era poder ponerte pronto en las manos el dichoso taco de folios y decirte: “Jimenita, ¿qué coño hago con esto?”. Si mal no recuerdo, fue exactamente lo que hice. Pedirte con los ojos que me convencieras de que jugar a escribir siempre serviría para algo.

Yo les tenía demasiado cariño y demasiada rabia, al igual que a mí misma, a todas aquellas páginas que algún día había comenzado a encajar segura de que serían algo. Entonces, claro, tenía que dártelas a ti. Si yo no era capaz de mirar nada de lo escrito, tú me lo leerías en voz alta.

Jimena pidiéndome el mechero en el río Po. Marzo 2023, Turín.

Al marcharte, cuando acabaron los tan esperados días juntas, me escribiste aquel: “Encarnita, te leeré siempre”. Yo estaba convencida de que ni siquiera volvería a ser capaz de atreverme a jugar a cuadrar un soneto, por eso no me salió una sonrisa. Sin embargo, tú estabas segura de que serías quien lo corrigiese. Naciera cuando naciera. Solo teníamos que esperar.

Querida Jimena, no te imaginas cuánto sonrío al agradecerte aquello ahora (o, bueno, tú sí lo sabes). Te escribo para contarte que he dicho que sí a lo de la revista, aunque aún no sepa qué voy a contar. Sigo teniendo miedo a esos ojos de los que siempre hablamos: a que me miren mientras trato de escribir, a que me hagan temblar los dedos. También a que no me vean nunca, a que no le importe a nadie. Es entonces – siempre – cuando pienso en tus palabras.

Jimena en mi cama de Turín, marzo de 2023.

El martes pasado, haciendo un trabajo para Lógica y Argumentación, pensé mucho en ti. Mientras leía a Bruner a toda prisa, trataba de subrayar lo importante:

“En el juego se reduce la gravedad de las consecuencias de los errores y los fracasos. En el fondo, el juego es una actividad seria que no tiene consecuencias frustrantes para el niño. Se trata, en suma, de una actividad que se justifica por sí misma”

J. Bruner en «Juego, pensamiento y lenguaje»

En cuanto lo acabé, le dije a Manel que sí, que me apuntaba a eso de escribir para quién sabe qué. “Jugar da una sensación muy particular de omnipotencia que puede ser embriagadora y a veces incluso aterradora”1. Que me apetecía jugar un rato más, por si en unos años se me olvida, por si para la próxima hecatombe amorosa tú ya estás haciendo el doctorado en Londres y no puedes venir a mi cuarto a convencerme de que no me voy a morir. “Dos niños que juegan juntos pueden intercambiar ideas, tratar de ponerse de acuerdo, elaborar estructuras según les convenga y jugar todo el tiempo que crean necesario”1.

Jimena en la Basílica de Superga (después de casi vomitar en un minibús). Marzo, 2023.

Así que, tras el viaje desde texto de Bruner – es maravilloso, léelo – al recuerdo de tu visita al Piamonte y el consecuente mensaje para aceptar lo de la revista, me puse a buscar cine italiano para hacer honores a aquella tierra donde nos reencontramos después de tanto tiempo sin vernos. Di con “Caro Diario”, de Nanni Moretti, ¡como la cerveza!, ¿te acuerdas? Solo me dio tiempo a ver una parte, así que podríamos terminarla juntas.

El principio va de un tío que recorre Roma en verano montado en una vespa. Al empezar a verla tuve dos sensaciones: una, la de estar perdiendo el tiempo y, dos, la de estar asistiendo al desarrollo de un truco de magia. No encontraba ninguna garantía de que me fuera a servir para algo, de que esa moto que la cámara persigue me fuera a llevar a algún sitio digno de estar renunciando a una hora de sueño.  Sin embargo, me invadió la necesidad de ver qué pasaba. Me apetecía mucho, mucho, seguir mirando.

“Los jugadores auténticos consideraron la tarea como una invitación a jugar con un problema, sin preocuparse de aparentar eficacia y sin miedo por su amor propio”

J. Bruner en «Juego, pensamiento y lenguaje»

Hubo una secuencia que me entusiasmó. Pertenece a uno de los paseos en vespa del protagonista y director de la película – a ver si te convenzo con esto de la autoficción –. Narra la visita al descampado donde asesinaron a Pier Paolo Pasolini.

Jimena en el barrio romano de Turín (creo).

“Pasolini”, “Pasolini”. Me di cuenta de que, como tantos otros nombres, me sonaba de oídas, pero no de haber leído algo suyo. Así que miré el reloj – las dos menos diez de la mañana – y me dije que cerraría la tontería nocturna del homenaje a Italia ojeando algún poemilla. Cogí el móvil de entre las sábanas, puse la alarma a las ocho y media y busqué en Google: “Los cinco mejores poemas de Pier Paolo Pasolini”.

Al príncipe – P. P. Pasolini

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida
Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

Querida Jimenita, no creo que podamos parar lo del deber impuesto de hacernos mayores a toda prisa. Vamos a tener que hacer muchos trabajos de Lógica y Argumentación a las doce de la noche (con sus respectivos powerpoints, supongo) y lo peor es que la mayoría no van a interesarnos una mierda. “Dudo mucho que en cualquiera de estas intervenciones nosotros podamos verdaderamente convertirnos en ingenieros del alma humana” 1. Sin embargo, parece que hemos decidido (consciente o inconscientemente) seguir escribiendo. “Veinte minutos diarios de juego libre es lo único que se necesita para salvar la cordura […] Jugar no es tan solo una actividad infantil” 1.

Paseo del río Po. Marzo de 2023.

No encuentro una conclusión rotunda, no hace falta. Solo me parece que hace mucho que no vamos juntas al cine. Me haría muy feliz sacar entradas para ver “La Estrella Azul”, o mejor para verla contigo, (ya fui la semana pasada). Qué tontería y qué placer ver las cosas repetidas siempre. Los recuerdos, la gente, las películas, ¿no son lo mismo?

Esta va de un cantante de rock’n’roll que nunca llegó a triunfar, ¿verdad que así no parece demasiado interesante? Sin embargo, leí en algún sitio que podría ser la mejor película del año muchos años seguidos, y creo que es verdad. Habla de algo de lo que quizás no se pueda hablar del todo: de cómo se reaprende a tocar la guitarra. De por qué y de cómo la música de los otros se nos cuela por los agujeros. Benditos agujeros, Jime. Benditos los huecos de las camas que no puede llenar una misma aunque se acueste en diagonal.

Jimena en lo alto del Monte Capuccini. Marzo de 2023.

Te mando una foto que guardo de una habitación más lejana que la de Italia (en esta teníamos 18 años). Ya que no tengo ninguna buena conclusión, supongo que es necesario un motivo para que no me llames gilipollas por escribirte una carta viéndonos todos los días.

Jimena en mi habitación (347) de la residencia de estudiantes. Septiembre de 2020.

Jimena, si algún día dejo de escribir, si alguna noche nos vamos de cervezas y hablo de jugar como se habla de las viejas glorias o de las habitaciones antiguas, enséñame esta foto (yo también prometo ponértela a ti en las narices si fuera necesario).

Pídeme que la mire, ¡y que la mire bien! Y, después, dale la vuelta y dime que el revés está en blanco (como si estuvieras haciendo un truco de magia o una broma). Como si aún quedase una oportunidad – siempre queda una – para perder el tiempo juntas.

Sugiero que el más triste de los presos
Tenga derecho a sábanas de seda;
Bendita sea la boca que da besos
Y no traga monedas (Y no traga monedas).

Propongo corromper al puritano,
Espiar en la ducha a las vecinas,
Ir a quitarle al dios de los cristianos
Su corona de espinas (Su corona de espinas).

Nada de margaritas a los cuerdos,
Hay que correr más que la policí­a
Para bailar el vals de los recuerdos
Llorando de alegrí­a (Llorando de alegría)

La vida no es un bloc cuadriculado
Sino una golondrina en movimiento
Que no vuelve a los nidos del pasado
Porque no quiere el viento (Porque no quiere el viento)

Se aconseja dormir a pierna suelta
Lejos de tentaciones de diseño,
Que no pase de largo por tu puerta
El hombre de tus sueños (El hombre de tus sueños)

[…]
Y jugar por jugar
Sin tener que morir o matar,
Y vivir al revés
Que bailar es soñar con los pies…

Conviene entrar penúltimo en la meta
De la vuelta a la infancia en patinete
Y fusilar al rey de los poetas
Con balas de juguete (Con balas de juguete)

Por qué no doctorarse en cremalleras
Como hace la hormiguita por tu espalda
E hilvanar con jirones de banderas
Braguitas rojigualdas (Braguitas rojigualdas)

Hacen falta cosquillas para serios,
Pensar despacio para andar deprisa,
Dar serenatas en los cementerios
Muriéndonos de risa (Muriéndonos de risa)

Jugar por Jugar – Joaquín Sabina

Te quiere como te lee, (siempre),

Encarna.

Recomendaciones de hoy:

  • Aznar, M. (1985). Apuesta por el rock’n’roll. En Maldita sea mi suerte.
  • Bruner, J. (1986). Juego, pensamiento y lenguaje. Perspectivas: revista trimestral de educación, (XVI).
  • Macipe, J. (2023). La estrella azul.
  • Moretti, N. (1993). Caro Diario.
  • Pasolini, P. (2022) . La insomne felicidad. Galaxia Gutenberg.
  • Sabina, J. (1996). Jugar por jugar. En Yo, mi, me, contigo.

NOTA1: todas las citas, salvo que se refiera lo contrario, son de la obra de Bruner indicada arriba.

Deja un comentario